jueves, 2 de diciembre de 2010
domingo, 28 de noviembre de 2010
Un firmatense por nacimiento, presentó su libro Medicina Biomolecular
Asistieron destacadas personalidades de las ciencias medicas, entre las que se encontraba el Decano de la Facultad de Medicina, Prof. Alfredo Buzzi; el Prof. Dr Victor Caramutti, y otros distinguidos profesionales, así como amigos y familiares que compartieron una noche llena de recuerdos, agradecimientos y justificadas emociones. La obra resume 10 años de experiencia de investigación clínica con la aplicación de cuatro nuevos estudios con los que se llega a valorar el estado funcional de las biomoleculas de todo el organismo, estado que se define en medicina como "condición del huésped" o terreno predisponente a las enfermedades. Nos sumamos con nuestras congratulaciones
Dr ENRIQUE ZABALA BEGNIS
El Dr. Enrique Zabala Begnis, MN 103.037, se graduó de Médico en la Universidad Nacional de Rosario en el año 1970. MP 4758. Residente por Concurso, en la misma Universidad, recibe el título de Especialista en Cirugía General, en el año 1973. Ejerce la profesión como Cirujano hasta el año 1996.
En el año 1997 visita por primera vez Rusia, tomando contacto con los investigadores de la Medicina Cosmonáutica, de quienes recibe formación en Física y Mecánica Cuántica, así como también en Medicina Cuántica.
En la misma oportunidad toma contacto con la metodología de los tratamientos de la Clínica Gubernamental, donde eran atendidos los dirigentes de la ex Unión Soviética, llamada Clínica del Kremlin, donde se aplican planes terapéuticos pragmáticos (con terapias de variados orígenes de probada eficacia), preferentemente no invasivas, con un uso razonable y prudente de la medicación alopática.
Perfecciona sus conocimientos en cinco oportunidades más en las que visita Rusia invitado a participar en los Congresos Internacionales de Medicina Biofísica.
En el Congreso Internacional de Medicina Biofísica, organizado por la Quantum Medicine Association, y desarrollado en la Universidad de Moscú, en enero de 2005, presenta dos trabajos científicos realizados en el Centro de Investigaciones en Medicina Biomolecular: Terapias Cuánticas y Estrés Oxidativo, en el que evalúan las ventajas de corregir el estrés oxidativo, como paso necesario, para acelerar las respuestas a cualquier tipo de tratamiento médico o quirúrgico.
El segundo trabajo, Conductividad Eléctrica y Neuroestimulación Correctora, relaciona a la recuperación de la energía de los tejidos, con una técnica investigada por el autor que acelera la recuperación de la misma y optimiza aún más el efecto de las Terapias Cuánticas.
En el Congreso Internacional de Práctica Orthomolecular y Radicales Libres, organizado por la Asociación Brasilera de Medicina Orthomolecular, realizado en San Pablo (Brasil), presentó el trabajo “Correlación clínica- laboratorio, en estado de estrés oxidativo” en julio del 2007
Sobre el mismo tema, presentó sus conclusiones en las Jornadas del MERCOSUR, organizadas por la Asociación Argentina de Medicina Orthomolecular, realizadas en Buenos Aires, en septiembre del 2007.
Es Miembro de la Sociedad Científica Argentina.
Miembro Fundador de la Asociación Argentina de Medicina Orthomolecular.
Miembro a la Quantum Medicine Association, con sede en Moscú.
Miembro Fundador de la Sociedad Argentina de Medicina y Bioquímica Orthomolecular
Director del Centro de Investigaciones de Medicina Biomolecular de la Ciudad de Buenos Aires.
Dr ENRIQUE ZABALA BEGNIS
El Dr. Enrique Zabala Begnis, MN 103.037, se graduó de Médico en la Universidad Nacional de Rosario en el año 1970. MP 4758. Residente por Concurso, en la misma Universidad, recibe el título de Especialista en Cirugía General, en el año 1973. Ejerce la profesión como Cirujano hasta el año 1996.
En el año 1997 visita por primera vez Rusia, tomando contacto con los investigadores de la Medicina Cosmonáutica, de quienes recibe formación en Física y Mecánica Cuántica, así como también en Medicina Cuántica.
En la misma oportunidad toma contacto con la metodología de los tratamientos de la Clínica Gubernamental, donde eran atendidos los dirigentes de la ex Unión Soviética, llamada Clínica del Kremlin, donde se aplican planes terapéuticos pragmáticos (con terapias de variados orígenes de probada eficacia), preferentemente no invasivas, con un uso razonable y prudente de la medicación alopática.
Perfecciona sus conocimientos en cinco oportunidades más en las que visita Rusia invitado a participar en los Congresos Internacionales de Medicina Biofísica.
En el Congreso Internacional de Medicina Biofísica, organizado por la Quantum Medicine Association, y desarrollado en la Universidad de Moscú, en enero de 2005, presenta dos trabajos científicos realizados en el Centro de Investigaciones en Medicina Biomolecular: Terapias Cuánticas y Estrés Oxidativo, en el que evalúan las ventajas de corregir el estrés oxidativo, como paso necesario, para acelerar las respuestas a cualquier tipo de tratamiento médico o quirúrgico.
El segundo trabajo, Conductividad Eléctrica y Neuroestimulación Correctora, relaciona a la recuperación de la energía de los tejidos, con una técnica investigada por el autor que acelera la recuperación de la misma y optimiza aún más el efecto de las Terapias Cuánticas.
En el Congreso Internacional de Práctica Orthomolecular y Radicales Libres, organizado por la Asociación Brasilera de Medicina Orthomolecular, realizado en San Pablo (Brasil), presentó el trabajo “Correlación clínica- laboratorio, en estado de estrés oxidativo” en julio del 2007
Sobre el mismo tema, presentó sus conclusiones en las Jornadas del MERCOSUR, organizadas por la Asociación Argentina de Medicina Orthomolecular, realizadas en Buenos Aires, en septiembre del 2007.
Es Miembro de la Sociedad Científica Argentina.
Miembro Fundador de la Asociación Argentina de Medicina Orthomolecular.
Miembro a la Quantum Medicine Association, con sede en Moscú.
Miembro Fundador de la Sociedad Argentina de Medicina y Bioquímica Orthomolecular
Director del Centro de Investigaciones de Medicina Biomolecular de la Ciudad de Buenos Aires.
sábado, 27 de noviembre de 2010
Carlos Fraticelli presentará su libro 'Divina Justicia, El Cielo lo Sabía'
miércoles, 24 de noviembre de 2010
jueves, 18 de noviembre de 2010
VENADO TUERTO. Charlas del Bicentenario en la Biblioteca Ameghino
La Dirección de Cultura y Biblioteca Popular Florentino Ameghino invitan a participar del Ciclo de Charlas del Bicentenario. Disertará Julio Fernández Baraibar, periodista, guionista cinematográfico, escritor y político. Actual asesor de la Secretaría de Cultura de la Nación. Baraibar ha dirigido el video documental “La Ceniza y la Brasa” sobre Arturo Jauretche. Conduce el programa “Estudio Cine” del canal Ciudad Abierta, en el 80 de Cablevisión de Capital Federal. Escribe habitualmente en diversas newsletters y sus artículos circulan por Internet. Fue varias veces candidato a diputado nacional en alianzas integradas por la corriente de la Izquierda Nacional. En la actualidad es miembro de la dirección de la Corriente Causa Popular.
Ha publicado el libro “Un solo impulso americano: El Mercosur de Perón", un análisis sobre la propuesta del general Juan Domingo Perón acerca de la alianza estratégica con Brasil y con Chile, como el antecedente más inmediato del actual Mercosur y de la Comunidad Suramericana de Naciones.
En este año 2010 se publicarán: “La Argentina sin Perón", y “Milongueros y otros homenajes".
Abordará el tema “El Bicentenario y la integración Latinoamericana” y la cita es este viernes 19 de noviembre, a las 20.30, en Biblioteca Ameghino, J.B. Justo 42.
Ha publicado el libro “Un solo impulso americano: El Mercosur de Perón", un análisis sobre la propuesta del general Juan Domingo Perón acerca de la alianza estratégica con Brasil y con Chile, como el antecedente más inmediato del actual Mercosur y de la Comunidad Suramericana de Naciones.
En este año 2010 se publicarán: “La Argentina sin Perón", y “Milongueros y otros homenajes".
Abordará el tema “El Bicentenario y la integración Latinoamericana” y la cita es este viernes 19 de noviembre, a las 20.30, en Biblioteca Ameghino, J.B. Justo 42.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Nuevo libro de Néstor Garcia Canclini: La sociedad sin relato; Antropologia y estetica de la inminencia
En el marco del ciclo MECánicas Poéticas. Ciencia, Cultura e Innovación que lleva a a cabo durante el mes de noviembre el espacio Punto de Encuentro, se realizó el jueves 11 de noviembre la presentación de:
“La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia” de Néstor García Canclini (Arg.), Katz Editores, 2010.
“La sociedad sin relato parte del vacío que dejó el agotamiento de las estéticas modernas. Critica también la idealización de obras fragmentarias y nomádicas, su fugaz prestigio en el canon posmoderno, y busca un marco analítico que, para examinar el arte contemporáneo, se ocupe de él junto con las condiciones culturales y sociales en las que se hace posible su condición postautónoma, como un modo de comprender, no sólo el mundo del arte, sino también los complejos procesos sociales en los que éste adquiere sentido”.
Participaron de la presentación:
Néstor García Canclini – (Argentina- México). Uno de los principales antropólogos que haya investigado la posmodernidad y la cultura desde la perspectiva latinoamericana, en particular con el concepto de “hibridación cultural”.
Jesús Martín Barbero – (Colombia). Semiólogo, antropólogo y filósofo, especialista en cuestiones de comunicación y medios. Ha producido importantes aportes teóricos acerca de la posmodernidad en Latinoamérica.
Hugo Achugar – Poeta, ensayista, profesor de literatura latinoamericana e investigador en políticas culturales. Director Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura.
Gabriel Peluffo – Crítico e historiador de artes visuales, es Director del Museo Blanes de la Intendencia Municipal de Montevideo.
El evento se desarrollará en la Dirección Nacional del Cultura, San José 1116 planta baja.
“La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia” de Néstor García Canclini (Arg.), Katz Editores, 2010.
“La sociedad sin relato parte del vacío que dejó el agotamiento de las estéticas modernas. Critica también la idealización de obras fragmentarias y nomádicas, su fugaz prestigio en el canon posmoderno, y busca un marco analítico que, para examinar el arte contemporáneo, se ocupe de él junto con las condiciones culturales y sociales en las que se hace posible su condición postautónoma, como un modo de comprender, no sólo el mundo del arte, sino también los complejos procesos sociales en los que éste adquiere sentido”.
Participaron de la presentación:
Néstor García Canclini – (Argentina- México). Uno de los principales antropólogos que haya investigado la posmodernidad y la cultura desde la perspectiva latinoamericana, en particular con el concepto de “hibridación cultural”.
Jesús Martín Barbero – (Colombia). Semiólogo, antropólogo y filósofo, especialista en cuestiones de comunicación y medios. Ha producido importantes aportes teóricos acerca de la posmodernidad en Latinoamérica.
Hugo Achugar – Poeta, ensayista, profesor de literatura latinoamericana e investigador en políticas culturales. Director Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura.
Gabriel Peluffo – Crítico e historiador de artes visuales, es Director del Museo Blanes de la Intendencia Municipal de Montevideo.
El evento se desarrollará en la Dirección Nacional del Cultura, San José 1116 planta baja.
sábado, 13 de noviembre de 2010
PRESENTACION. 18 de noviembre. “La planificación en la educación infantil. Organización didáctica de la enseñanza”
Para que nada quede librado al azar. Así podría sintetizarse la propuesta pedagógica desarrollada en el libro “La planificación en la educación infantil. Organización didáctica de la enseñanza” (Novedades Educativas), coordinado por la educadora María Renée Candia, que se presenta en Rosario el jueves 18 de noviembre.
Los buenos maestros saben y sostienen que para garantizar buenos aprendizajes una tarea esencial es la planificación de la enseñanza. Un trabajo por cierto complejo e indispensable porque justamente se trata de cómo organizar los aprendizajes que se ofrecen a los chicos, claro también poder evaluar y reflexionar sobre lo que se hace.
Según explica Candia a La Capital, “el libro hace un recorrido bastante amplio desde que el currículum prescripto (lo que hay que enseñar) entra al jardín y cómo el jardín lo moldea y elabora luego su propio proyecto curricular”. Agrega que en el libro se avanza sobre la importancia que tiene saber hacer un buen diagnóstico, “en sentido pedagógico y no como tarea burocrática”, y cómo contextualizarlo luego en la enseñanza propia del jardín de infantes.
Candia es una reconocida educadora del nivel inicial, especialista en esta formación, en particular en el campo docente. Tiene la coordinación de la obra de Novedades Educativas, donde participan en distintos capítulos otras profesoras. Cada una toma a lo largo de las 250 páginas del texto un lado diferente para indagar y enriquecer la planificación.
Candia anticipa que, por ejemplo, la profesora Amine Habychain realiza un trabajo “muy interesante sobre cómo desde cada momento histórico se fue pautando qué es lo que había que enseñar”, y esto relación a qué pasa hoy con los medios de comunicación y qué concepción de infancia se está manejando.
También lo lúdico
A su vez Mónica Kac “trabaja sobre su fuerte que es la planificación de dispositivos lúdicos”. “Con Diana Urcola y Griselda Callegari avanzamos en la concepción de planificación, el diagnóstico y la contextualización del currículum; y cómo elaborar un proyecto curricular con identidad propia, donde desarrollamos también la dimensión política: que niño queremos formar”, entre otros temas. Estas dos autoras indagan junto a otra especialista, Susana Gaitán, sobre la planificación didáctica, aportando varios ejemplos.
Candia afirma que el libro es una herramienta para el estudiante del profesorado que se está formando, para el maestro novel que busca ayuda en sus primeros pasos, pero también para los docentes expertos que quieren ratificar lo que hacen o encontrar nuevas sugerencias. Y desde ya también incluye como destinatario a los directivos que “tienen la difícil tarea de asesorar cómo planificar en todo el trabajo institucional”.
FUENTE: RED LUDICA.
Los buenos maestros saben y sostienen que para garantizar buenos aprendizajes una tarea esencial es la planificación de la enseñanza. Un trabajo por cierto complejo e indispensable porque justamente se trata de cómo organizar los aprendizajes que se ofrecen a los chicos, claro también poder evaluar y reflexionar sobre lo que se hace.
Según explica Candia a La Capital, “el libro hace un recorrido bastante amplio desde que el currículum prescripto (lo que hay que enseñar) entra al jardín y cómo el jardín lo moldea y elabora luego su propio proyecto curricular”. Agrega que en el libro se avanza sobre la importancia que tiene saber hacer un buen diagnóstico, “en sentido pedagógico y no como tarea burocrática”, y cómo contextualizarlo luego en la enseñanza propia del jardín de infantes.
Candia es una reconocida educadora del nivel inicial, especialista en esta formación, en particular en el campo docente. Tiene la coordinación de la obra de Novedades Educativas, donde participan en distintos capítulos otras profesoras. Cada una toma a lo largo de las 250 páginas del texto un lado diferente para indagar y enriquecer la planificación.
Candia anticipa que, por ejemplo, la profesora Amine Habychain realiza un trabajo “muy interesante sobre cómo desde cada momento histórico se fue pautando qué es lo que había que enseñar”, y esto relación a qué pasa hoy con los medios de comunicación y qué concepción de infancia se está manejando.
También lo lúdico
A su vez Mónica Kac “trabaja sobre su fuerte que es la planificación de dispositivos lúdicos”. “Con Diana Urcola y Griselda Callegari avanzamos en la concepción de planificación, el diagnóstico y la contextualización del currículum; y cómo elaborar un proyecto curricular con identidad propia, donde desarrollamos también la dimensión política: que niño queremos formar”, entre otros temas. Estas dos autoras indagan junto a otra especialista, Susana Gaitán, sobre la planificación didáctica, aportando varios ejemplos.
Candia afirma que el libro es una herramienta para el estudiante del profesorado que se está formando, para el maestro novel que busca ayuda en sus primeros pasos, pero también para los docentes expertos que quieren ratificar lo que hacen o encontrar nuevas sugerencias. Y desde ya también incluye como destinatario a los directivos que “tienen la difícil tarea de asesorar cómo planificar en todo el trabajo institucional”.
FUENTE: RED LUDICA.
jueves, 11 de noviembre de 2010
CASILDA. Presentación de "Tres décadas"
La Biblioteca de Casilda invita a la presentación del libro de poemas para adultos, "Tres Décadas", de la escritora y profesora casildense Cristina Martín, el día jueves 11 de noviembre a las 20 y 30 hs.
Mariano Carreras presenta "Palabras del bobo" en Rosario
Esta noche, jueves 11 de noviembre, el periodista y escritor firmatense Mariano Carreras presenta "Palabras del bobo", su primer libro de poemas y relatos cortos. La actividad tendrá lugar a las 21 horas en El Aserradero (Montevideo 1518).
Carreras contará con el acompañamiento musical del cantor popular Diego Zabala y un grupo de músicos amigos.
Luego del intercambio de poemas y canciones, habrá una peña folclórica con músicos de Firmat y la región.
Carreras contará con el acompañamiento musical del cantor popular Diego Zabala y un grupo de músicos amigos.
Luego del intercambio de poemas y canciones, habrá una peña folclórica con músicos de Firmat y la región.
martes, 9 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
MIRADAS. Horacio González: "Las bibliotecas deben replantearse"
Hace más de seis años que dirige la Biblioteca Nacional, el lugar por donde pasaron las grandes definiciones culturales de las épocas a lo largo de la historia argentina, fundamentalmente durante el siglo XIX. Portador de un diálogo insoluble y filosófico, Horacio González enfrenta uno de los cambios más profundos y paradigmáticos de la actualidad: las formas de lectura y apropiaciones que genera el libro electrónico, entre aquel ideal romántico en donde todo tiempo pasado fue mejor y la necesidad de adaptarse a las nuevas tecnologías.
—Hay símbolos e historias detrás de los libros, pero en la actualidad pareciera que en los adolescentes el grado de pertenencia y apropiación de esas tradiciones se dibuja sobre una línea un tanto difusa. ¿Por qué?
—Es cierto que hay una discontinuidad en la cultura y eso da la oportunidad a las nuevas generaciones de retomar el hilo. En este momento están cambiando las modalidades de lectura y los focos de interés cultural, aunque es difícil imaginar una sociedad o un tiempo histórico sin las mismas tareas culturales que se reiteren, bajo distintos nombres, a lo largo de todos los tiempos. Lectura va a haber siempre y desinterés (o el juicio sobre el desinterés) también va a existir. Siempre habrá quien declare que la generación anterior o la que le sigue son desinteresadas.
—¿Los momentos históricos marcan los modos de apropiaciones culturales?
—No en vano hay un cierto privilegio por nuestro propio tiempo y por eso es común que digamos "mi tiempo". Siempre creemos que hay una edad dorada, aquel tiempo que se presentaría como adánico, primitivo; un tiempo del nacimiento de las cosas al que nosotros habríamos asistido y hubiéramos tenido ese privilegio. Cada generación hace un cómputo respecto a la desaparición de las cosas que nos hubieran interesado, pero hay que tener confianza en que cada vez alguien retomará el hilo. Introducirse a un tema es algo que no tiene una explicación fácil y todos parecemos susceptibles de ser declarados vagos, indiferentes, de estar al margen del conflicto o preocupados por nuestras propias cosas. Sin embargo, tarde o temprano, levantamos el hilo suelto que parecía extinguido.
—El libro electrónico es causa de continuos debates. ¿Cómo trabaja la Biblioteca Nacional los proyectos relacionados con esa cuestión?
—El libro electrónico convive con todas las formas de libro conocidas, pero nosotros tenemos la obligación de declarar como forma superior el libro de papel. El libro electrónico es una pequeña biblioteca ambulante que genera la posibilidad de que algunas librerías y bibliotecas puedan ser sometidas a un severo interrogante. Las mediaciones urbanas o la experiencia vital del libro podrían desaparecer y no me gustaría que eso ocurra, por lo tanto ahí hay una gran responsabilidad de las empresas que difunden el libro electrónico. Cuando se habla de soporte, la civilización no es una cadena de soportes que van desde el DVD al iPhone, sino que es un conjunto de soportes asimétricos y discontinuos. De modo que no puede ser igual el libro electrónico al de hace cinco o seis siglos. Soy favorable a los procesos de digitalización, pero no hay en Argentina una política general de digitalización como en Francia, que hace de eso una cuestión de Estado y de disputa del control de la cultura. Acá eso no existe. Hay tecnología pero faltan proyectos generales, que deberán discutir las instituciones junto a los encargados de definir las políticas públicas.
—¿Es probable, entonces, que las generaciones nacidas en la era digital encuentren su significación en el libro electrónico?
—Es probable, pero no he visto personas por la calle hoy con el libro electrónico. Hay un locus, un lugar de la lectura del mundo que puede ser una biblioteca o un ómnibus; el libro electrónico lo sustituye pero no arraiga la experiencia primigenia del lector urbano. Uno imagina que avances técnicos pueden llegar a reproducir con cierta fidelidad, aunque no sea lo mismo, los efectos de la lectura del libro tal como se la conoce hasta ahora. Por un lado es innovador y por otro, hace como que la cultura vuelva a épocas muy pasadas en donde sólo existía la relación forma-contenido. La reproducción técnica es maravillosa al nivel del descubrimiento de nuevos aparatos, pero al mismo tiempo retrocedería a una forma primitiva de la relación forma-contenido.
—¿Cómo vive la Biblioteca Nacional su bicentenario?
—Tiene un paralelismo casi riguroso con los períodos históricos y sociales de la Argentina, desde Mariano Moreno hasta hoy. A pesar de que en su momento hubo directores que estuvieron más de cuatro décadas, hoy la biblioteca no está por encima de los momentos culturales. Eso siempre está sometido a discusión, si la Biblioteca es parte del Estado pero se expresa en un plano más inmune que el Estado a las vicisitudes políticas o si vive la vida política del Estado. Es un dilema interesante.
—¿Esos dilemas se han replanteado luego de la dictadura?
—La Biblioteca vive la vida de los ciclos políticos de la Argentina, lo que presupone un cambio de estatus. Antes los medios de comunicación dialogaban con el Estado de otra manera, eran parte del Estado y al mismo tiempo se situaban con un cierto privilegio de la palabra cultural. Hoy quienes pueden reclamar a los Estados son los medios de comunicación y tal como aparecen hoy en el mundo contemporáneo, las bibliotecas deben replantearse su situación, ya que hoy no son el centro por donde pasan las definiciones culturales de la época. Lo eran hasta la época de Paul Groussac y también en ciertos momentos donde estuvo Borges, simplemente porque estaba Borges. Hoy las bibliotecas quieren salvarse desde lo social o comunitario adquiriendo rápidamente las tecnologías, lo que en cierto punto es necesario, pero también deberían recuperar su autonomía cultural.
Instantánea
Horacio González (Buenos Aires, 1944) se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de San Pablo en 1992. Además de director de la Biblioteca Nacional, es profesor en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Rosario y en la Facultad LIbre. Es editor de la revista "El ojo mocho" y entre sus libros se encuentran El filósofo cesante, Arlt: política y locura, El arte de viajar en taxi y Aguafuertes pasajeras. González participará en un encuentro donde se discutirá en torno a la conservación de obra plana, que se desarrollará el 17 y 18 de este mes, en el Centro Cultural Parque de España.
FUENTE: Señales.
domingo, 7 de noviembre de 2010
Villa Gobernador Gálvez. Lanzamiento de "Libros al viento"
Villa G. Gálvez.— Una propuesta que promete convocar a muchos habitantes de esta ciudad tendrá lugar a partir de hoy, cuando en la plaza a la Madre (avenidas Perón y San Martín) se realice la primera gran liberación de libros, para que sean leídos por cualquiera que los encuentre, quien a la vez tendrá que volver a liberarlos una vez que hayan sido leídos.
La actividad comenzará a las 16 de hoy (no fue ayer, como erróneamente se anunció en este diario), bajo la consigna “Libros al viento”. Está organizada por la Biblioteca Popular Manuel Belgrano y el espacio cultural, y consiste en liberar (dejar) un libro en colectivos, plazas, cabinas telefónicas, centros comerciales, transporte de pasajeros y otros sectores de acceso público.
La idea es que en la primera página se escriba una dedicatoria donde se aclare que el libro pertenece a un movimiento ciudadano, que está para quien lo encuentre y que debe volver a ser liberado luego de su lectura. También se sugiere escribir la dirección de correo electrónico como único medio de reconocimiento “buscando con esto crear a futuro un extenso grupo de lectura comentada”.
Los organizadores pretenden usar el poder de los libros como medio de trasgresión mental, con objetivos quizás más valiosos, intentando unificar voluntades y orientándolas a un fin común.
Además, señalan que muchos tienen uno o varios libros a los que cada tanto vuelven para consultar o releer. Pero también hay libros que dejan una huella, un mensaje claro incorporado, que ya es parte del ser de cada lector. Es este último tipo de libro el que se sugiere dejar volar en un espacio público este 7 de noviembre, o cualquier otro día para que sea encontrado por alguien quien tal vez deje de ser quien es después de leerlo.
FUENTE: Omar Simón.
La actividad comenzará a las 16 de hoy (no fue ayer, como erróneamente se anunció en este diario), bajo la consigna “Libros al viento”. Está organizada por la Biblioteca Popular Manuel Belgrano y el espacio cultural, y consiste en liberar (dejar) un libro en colectivos, plazas, cabinas telefónicas, centros comerciales, transporte de pasajeros y otros sectores de acceso público.
La idea es que en la primera página se escriba una dedicatoria donde se aclare que el libro pertenece a un movimiento ciudadano, que está para quien lo encuentre y que debe volver a ser liberado luego de su lectura. También se sugiere escribir la dirección de correo electrónico como único medio de reconocimiento “buscando con esto crear a futuro un extenso grupo de lectura comentada”.
Los organizadores pretenden usar el poder de los libros como medio de trasgresión mental, con objetivos quizás más valiosos, intentando unificar voluntades y orientándolas a un fin común.
Además, señalan que muchos tienen uno o varios libros a los que cada tanto vuelven para consultar o releer. Pero también hay libros que dejan una huella, un mensaje claro incorporado, que ya es parte del ser de cada lector. Es este último tipo de libro el que se sugiere dejar volar en un espacio público este 7 de noviembre, o cualquier otro día para que sea encontrado por alguien quien tal vez deje de ser quien es después de leerlo.
FUENTE: Omar Simón.
viernes, 5 de noviembre de 2010
Libros del futuro Los e-readers se están imponiendo: permiten pasar páginas y llevar en la mano una biblioteca completa.
Si la biblioteca de Babel que imaginó Jorge Luis Borges existiera, sería digital. Sus infinitas galerías hexagonales estarían pobladas de bits, y el sueño de tener todos los libros sería posible a través de la pantalla. Hay múltiples indicios de que vamos en esa dirección: el consumo de libros electrónicos ( e-books ) ha crecido sostenidamente en los últimos cinco años, y en diciembre de 2009 por primera vez, la tienda de comercio electrónico Amazon vendió más ejemplares en formato digital que en papel.
La tendencia se afianzó este año, impulsada por distintos factores. Entre otros, el lanzamiento de nuevos modelos y el abaratamiento de los dispositivos de lectura electrónica ( e-readers ), el acceso de una nueva generación de los así llamados "nativos digitales" a la lectura, los planes de entrega de netbooks a los alumnos de escuelas primarias y secundarias, los cambios en el consumo cultural y la preferencia por leer durante los viajes de la casa al lugar de estudio o trabajo y en tiempos muertos fuera del hogar.
Incluso el modo de leer ha cambiado: la lectura se convierte en multimediática (ver: http://www.youtube.com/watch?v=BU2hcMZaR70&feature=player_embedded ). Los nuevos libros en formato digital ofrecen animaciones y videos, transforman el texto escrito en texto leído, permiten hacer anotaciones electrónicas, interactuar con los autores para elegir el final de la historia y compartir comentarios con otros lectores en línea. Hay, incluso, libros en papel para interactuar con la pantalla a través de lo que se llama "realidad aumentada". Son libros impresos con códigos bidimensionales o de barras. Al acercarlos a la computadora, se activan imágenes, videos, audios y todo tipo de información complementaria sobre los personajes de la historia (ver http://www.youtube.com/watch?v=0-C-0vMZEB0&feature=player_embedded ).
Pero el ingreso de las editoriales en la era digital todavía es lento. Roberto Igarza, profesor de la Universidad Austral y autor de la investigación E-books, hacia una estrategia digital del sector editorial , realizada a pedido de la Cámara Argentina del Libro, sostiene: "El pasaje de productor de libros impresos a productor de contenidos para múltiples canales de distribución o tecnologías de impresión bajo demanda es el mayor desafío que enfrentará la industria editorial en los próximos años".
Nuevas lecturas, nuevos soportes
El impacto de la digitalización en las formas de consumo y el modelo de negocios editorial puede ser tan disruptivo como el que afectó a las discográficas. En el mundo de la música, ya no se venden discos, sino canciones sueltas, que, en el mejor de los casos, se compran en tiendas on-line , o que directamente se bajan o se escuchan en línea ( streaming ) sin pagar un peso.
Las editoriales de libros han cifrado sus esperanzas de subsistencia en los e-readers , como el Kindle, de Amazon, o el iPad, de Apple. Esperan que -como lo hizo el iPhone en la industria de la música- estos dispositivos de lectura logren que los consumidores abonen un precio mínimo para leer en sus pantallas libros, revistas y diarios a los que hoy acceden gratuitamente a través de Internet.
Los lectores de libros digitales ( e-readers ) son dispositivos electrónicos de 18 x 12 cm y apenas uno o dos centímetros de espesor: el tamaño de un libro estándar. Son muy livianos, entre 220 y 450 gramos, frente a poco más de un kilo que pesan las netbooks . Sus pantallas antirreflejo permiten leer desde cualquier ángulo, aun a la luz del sol. Hay, básicamente, dos clases de pantallas: las de papel digital, más adecuadas para leer textos, y las de LCD, óptimas para ver animaciones y videos.
En general, estos dispositivos permiten hacer muchas más cosas que leer textos. Con ellos se puede navegar por Internet, acceder al e-mail y las redes sociales, mirar videos y escuchar música. Pueden conectarse a Internet a través de la banda ancha inalámbrica (Wi-Fi) o de las redes de telefonía móvil. Todos buscan una experiencia de lectura similar a la de un libro de papel: se pueden pasar las páginas con el dedo. También es posible subrayar y escribir notas al margen. Los hay con sistema de distribución cerrado (sólo permiten bajar los contenidos de una plataforma en un solo tipo de formato, como el Kindle, de Amazon), o abierto, que permiten descargar todo tipo de formatos desde cualquier plataforma de distribución de contenidos (iPad, Sony Reader).
Un libro, todos los libros
En la historia del libro electrónico, el primer paso lo dio Amazon, la tienda on-line de Jeff Bezos. Su lector Kindle ya suma tres versiones y tenía hasta mediados de 2010 el 60% del mercado de e-readers . Aunque no está disponible en el país, los consumidores argentinos pueden adquirirlo a través de Internet (o pedírselo a un amigo que viaje). Su precio bajó de 279 a 259 dólares apenas dos semanas después de su lanzamiento, en octubre de 2009. En junio de este año, el precio se redujo a 189 dólares. Con esto se dispararon las ventas, no sólo de los dispositivos, sino de los libros en soporte digital. El precio de cada uno de ellos en Amazon ronda los 10 dólares (un 20% más económico que el libro impreso).
La primera en reaccionar fue la tradicional librería Barnes & Noble, que el año pasado presentó su propio e-reader . Se trata del Nook, basado en Android, el sistema operativo de Google para teléfonos y dispositivos móviles. Después, las compañías tecnológicas no quisieron quedarse atrás de los libreros. La japonesa Sony arremetió con su Sony Reader, que, a diferencia de los anteriores, se conecta a Internet a través de la red de telefonía movil 3G. Tiene tres versiones: Touch Edition, Pocket y Daily Edition. Su costo actual es de alrededor de 200 dólares. Siguió Samsung, con el Papyrus, cuya primera versión, lanzada a mediados de 2009 en Corea, requería descargar los libros digitales desde una computadora, ya que no tenía conexión inalámbrica a Internet. En tanto, las fabricantes de celulares Nokia y LG estan desarrollando dispositivos que permiten la lectura de libros electrónicos.
Pero, sin duda, la novedad que sacudió los estantes de las librerías digitales fue el iPad, de Apple. Se presentó en Estados Unidos a principios de abril y llegó a la Argentina a mediados de septiembre. Su pantalla multitáctil (se puede manejar con dos dedos a la vez) tiene 9,7 pulgadas y una batería con 10 horas de autonomía.
Similar en apariencia al iPod Touch, que se utiliza para escuchar música, aunque más grande, "el Ipad captó el interés de un público más adulto", señala Héctor Goldin, titular de Maxim Software, distribuidora de los productos Apple en la Argentina. Probablemente esto se deba a la posibilidad de utilizarlo para la lectura de libros electrónicos, diarios y revistas. El éxito comercial de este dispositivo (se vendieron más de 500.000 unidades el día del lanzamiento) produjo un fenómeno singular en la industria. Las tecnológicas competidoras comenzaron a producir o desempolvaron sus propias versiones de computadoras "tablet" (sin tapa y con el teclado incorporado en la pantalla).
La revolución ya empezó
Como era de esperarse en un mundo globalizado, todos los dispositivos de lectura digital están presentes en la Argentina. Mejor dicho, en las manos de quienes pueden adquirirlos, ya sea en comercios locales, a través de Internet o trayéndolos del exterior.
Por ahora, su costo aquí es más alto que en los países centrales. El iPad, por caso, se vende en el país a un precio entre un 40 y un 60 por ciento más caro que en Estados Unidos. "Ese es uno de los motivos por los que la adopción de los e-readers será lenta -vaticina el analista del mercado tecnológico Alejandro Prince-. Aún es un juguete para trendsetters (marcadores de tendencias), para adoptantes tempranos de nuevas tecnologías y también para algunos verdaderos y asiduos lectores. Pero todavía son un grupo poco numeroso."
Otra de las barreras para una rápida generalización de la lectura digital es el idioma. Por el momento, la cantidad de textos disponibles en castellano es considerablemente menor a la existente en inglés. En este sentido, las editoriales y los desarrolladores argentinos tienen una gran oportunidad en la producción de contenidos y aplicaciones digitales.
Por otra parte, los e-readers conviven con otras pantallas no específicas, como las notebooks y las netbooks . "Hay una tendencia muy marcada hacia la movilidad y la convergencia digital de dispositivos y contenidos, que se refleja en un crecimiento sin precedentes en las ventas de computadoras digitales", dice Prince. "Este año se venderán 2,7 millones de PC en el país, la mitad de ellas portátiles en sus diferentes formatos", destaca.
Igarza coincide con este diagnóstico. La introducción masiva de netbooks en el ámbito escolar (el programa Conectar Igualdad tiene previsto llegar a tres millones de equipos) será el gran impulsor de la lectura en formato digital.
Por otra parte, el avance de la telefonía móvil, con equipos cada vez más sofisticados y pantallas cada vez más grandes, está alimentando una tendencia tan vertiginosa como imprevista: la proliferación de libros para el celular. Aplicaciones para leer libros en el iPhone, como Stanza ( www.stanza.com ), ya registraron más de medio millón de descargas.
En tanto, "la expansión de las conexiones de banda ancha inalámbrica (Wi-Fi) o de banda ancha móvil para las computadoras portátiles y la proliferación de celulares con acceso a Internet (hoy son un 10% de las casi 40 millones de líneas en uso) serán otro factor de desarrollo", se entusiasma Prince. Sin embargo, a la hora de vincular un mayor acceso a la tecnología con un aumento de la lectura, el consultor es cauteloso. "El contenido que impera en esta era y en estos dispositivos y formatos es el audiovisual. Si los libros tradicionales, manuales de lectura del colegio, historias y cuentos clásicos se adaptan a esta estética y códigos, podremos ver un florecimiento de la ´lectura´, pero habrá que decidir si siguen siendo libros o si son algo nuevo".
Escritores, libreros... ¡y Google!
La digitalización trajo cambios en las formas de crear textos, de editarlos, de leerlos y venderlos. Y sobre todo, sumó nuevos jugadores al ya complejo negocio editorial. El menos esperado (y más temido) es Google, con su proyecto de facilitar el acceso remoto a la mayor cantidad de libros posible.
En una primera etapa, el buscador comenzó a digitalizar todos los títulos de las bibliotecas que estuvieran libres de derecho de autor, para su consulta en la Red en forma gratuita. Luego se propuso alcanzar acuerdos con las editoriales y los libreros para lograr una "previsualización" de parte de la obra.
El proyecto despertó recelo por parte de autores, editores y libreros, y acusaciones de monopolio y de vulneración del copyright. Pero mientras estas controversias se dirimen en la justicia, el buscador va por más: con su proyecto "Google Editions" permitirá a los lectores comprar el ejemplar digital. Una vez abonado, el texto quedará disponible en una suerte de "estante digital" ( Online Bookshelf ) al que el usuario podrá acceder desde cualquier computadora conectada a Internet, cuantas veces lo desee.
Las grandes editoriales ya se han puesto en guardia frente a la digitalización, y ensayan sus estrategias. Los tres mayores grupos editores de libros en español -Santillana, Planeta y Mondadori- crearon su propia plataforma editorial para negociar los derechos electrónicos de cada uno de sus títulos y defender su venta a través de las librerías, mediante códigos de descarga.
Según Igarza, "la creación de una plataforma colectiva capaz de almacenar, promocionar y distribuir contenidos digitales para la más amplia gama posible de consumo sería una alternativa aplicable a las más de 500 editoriales y librerías independientes que funcionan en la Argentina". (ver recuadro: Editoriales independientes?)
Los analistas del sector editorial coinciden en señalar que probablemente, la participación de los e-books no exceda el 30% del mercado en la próxima década, con diferencias notables entre segmentos sociales, subsectores (infantil, universitario) y géneros (ficción, no ficción). En nuestro país, sólo el cinco por ciento de los libros producidos en 2009 tuvo un soporte distinto del papel y, a su vez, sólo el 12,6% de esa pequeña porción correspondió a libros digitales. No obstante, los editores argentinos deben ir pensando modelos de negocios que contemplen la lectura digital.
Apocalípticos vs. integrados
Como toda tecnología reciente, el libro electrónico y los dispositivos de lectura ad hoc despiertan entusiasmo y resquemores por igual. El semiólogo y escritor italiano Umberto Eco sostiene, en Nadie acabará con los libros (editado por Lumen en papel): "Como la rueda y la cuchara, el libro nunca morirá". El autor de El nombre de la rosa recuerda, con ironía, que se han podido recuperar manuscritos de más de dos mil años y que, sin embargo, él no tiene un original de su propia novela El péndulo de Foucault , escrita en 1984, porque fue guardado en los ya obsoletos disquetes.
Otro que se anotó en el bando de los defensores del papel es el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. "Siento una desconfianza visceral hacia el libro electrónico, porque temo que banalice la literatura", dijo el autor de La tía Julia y el escribidor .
Pero no todos tienen una visión apocalíptica. Ya hay muchos integrados, que rescatan, sobre todo, la ventaja más obvia de los e-readers : permiten llevar a todos lados una biblioteca completa. A un best seller , escrito para atrapar al lector con el mínimo esfuerzo, un e-reader puede sumarle la comodidad de llevarlo, y poco más. Pero cuando se quiere estudiar y analizar un texto, marcarlo, compararlo con otros en Internet y consultar información audiovisual conexa, los e-readers habilitan una lectura contextualizada. Esto es: permiten analizar los antecedentes y las consecuencias de un texto y enriquecerlo con opiniones diversas. A diferencia del libro en papel, que es un vehículo cultural exclusivamente de ida, el libro electrónico permite al lector interactuar con otros lectores a través de foros temáticos, grupos web y redes sociales.
Durante algún tiempo más, los libros en papel convivirán con los de formato digital, y en algún momento tal vez se muden definitivamente a la pantalla. Lo que jamás desaparecerá es la emoción de leer una buena historia.
LAS EDITORIALES INDEPENDIENTES ANTE LA OLA DE LA DIGITALIZACION
Las editoriales independientes argentinas están delineando alternativas y nuevos modelos de negocios a la luz de la digitalización. Algunas de ellas fueron esbozadas durante la Conferencia Editorial 2010 que se desarrolló del 9 al 10 de septiembre en el Centro Metropolitano de Diseño de Buenos Aires. Teseo ( www.editorialteseo.com ) fue una de las editoriales presentes en este encuentro organizado por el Ministerio de Desarrollo Económico porteño. Su particularidad es que todo su catálogo está digitalizado, y comercializa los ejemplares electrónicos o en papel "bajo demanda", aunque no desde su página web sino a través de librerías. "Con esto evitamos el sobrestock y los agotados, porque cada libro se imprime o se descarga cuando el lector lo pide", dice Octavio Kulez, titular de esta editorial, especializada en textos de investigación y divulgación en Humanidades y Ciencias Sociales.
Constanza Brunett, de la editorial Marea ( www.editorialmarea.com.ar ), señala que está "estudiando la forma de incorporar el formato electrónico al catálogo y evitar la piratería", que es uno de los principales enemigos de la digitalización, sobre todo en la Argentina y otros países de América latina.
Una que se animó a pivotar entre ambos formatos es la editorial de libros infantiles y de arte Manoescrita ( www.manoescrita.com ), cuyos libros en papel vienen con "realidad aumentada". Es decir, contienen un código que, al ser captado por la videocámara de la computadora, genera en la pantalla una animación que complementa la historia que se está leyendo.
Por su parte, la editorial Moebius ( www.moebiuseditora.com ) se lanzó este año a producir libros especialmente para la pantalla. Al principio, lo que hizo fue adaptar sus libros de cómics al formato digital, agregándoles música y videos. Hoy, los textos contienen animaciones que se activan con sólo pulsar la pantalla con el dedo y permiten dejar comentarios para el autor u otros lectores.
EL ABC DE LOS E-READERS
Los lectores de libros digitales ( e-readers ) son dispositivos electrónicos de 18 x 12 cm y apenas uno o dos cm de espesor (el tamaño de un libro estándar). Son muy livianos (entre 220 y 450 gramos, frente a poco más de un kilo que pesan las netbooks).
Sus pantallas están dotadas de una tecnología antirreflejo para poder leer el contenido desde cualquier ángulo, aun bajo la luz solar. Otra de sus ventajas es que permiten agrandar o ajustar el tamaño del texto. Consumen muy poca energía.
En general, permiten hacer muchas más cosas que leer textos: navegar por Internet, acceder al e-mail y las redes sociales, mirar videos y escuchar música. Algunos se conectan a Internet de banda ancha inalámbrica (Wi-Fi) o a las redes de telefonía móvil 3 G. Todos ellos buscan una experiencia de lectura similar a la de un libro objeto. Se puede pasar las páginas con el dedo y hacer marcaciones y anotaciones al margen.
DONDE BAJAR E-BOOKS
Aquí algunos sitios gratuitos:
www.quedelibros.com
www.books.google.com.ar
www.planetalibro.net
www.elaleph.com
www.todoebook.com
GALERIA DE E-READERS
Los modelos se van perfeccionando y aparecen nuevas variantes, más económicas y livianas
SONY READER
Touch Edition, Pocket y Daily Edition
Medidas del Touch Edition: 17 x 12 x 1 cm
Peso: 280 gr
Memoria: 512 MB, expandible por medio del memory stick
Pantalla: de tinta electrónica, con 16 niveles de grises. La Pocket es de 5 pulgadas; la Daily y la Touch, de 6. Esta última es táctil. Compatible con Mac. Se pueden comprar libros en Sony Ebookstore
Precio: desde US$ 199
NOOK
Barnes & Noble
Medidas: 19 x 12 x 1,2 cm
Peso: 317 gr
Memoria: 2 GB de memoria interna (permite guardar 1.500 libros)
Pantalla: de tinta electrónica y a color. Acepta diversos formatos, incluidos archivos en MP3. Barnes & Noble cuenta con más de 750.000 libros electrónicos disponibles. Los best sellers cuestan 9,99 dólares
Precio: US$ 259
KINDLE
Amazon.com
Medidas: 20 x 13 x 0,9 cm
Peso: 280 gr
Capacidad: entre 2 GB y 4 GB de memoria interna, según el modelo
Pantalla: de tinta electrónica, de 6 a 10 pulgadas. Acepta diversos formatos (texto, audio, imágenes y video). Tiene una aplicación que lee en voz alta. Amazon ofrece más de 350.000 títulos, a US$ 10
Precio: desde u$s 189
IPAD
Apple
Medidas: 24 x 19 x 1,3 cm
Peso: 680 gr en el WiFi y 730gr en el modelo WiFi + 3G
Pantalla: multitouch (se puede manejar con todos los dedos), de 9 pulgadas. Ofrece lectura asistida por voz, posibilidad de marcar páginas y resaltar texto. Permite descargar libros a través de las aplicaciones iBooks y Stanza
Precio: desde $4399 pesos (US$ 856) en la Argentina. En EE. UU., el mismo modelo cuesta US$ 499
PAPYRUS
Samsung
Medidas: 14 x 21 x 0,9 cm
Peso: 200 gr
Capacidad: 512 MB de memoria interna
Conectividad: a través de su puerto USB
Pantalla: táctil de 5 pulgadas. Incluye block de notas, planificador, calendario, un reloj, lista de contactos y calculadora. Es compatible con los formatos ePub, PDF y TXT y cuenta con reproductor de MP3 para que el usuario escuche audiolibros o su música favorita mientras lee o escribe. Mediante un acuerdo con Google, se accede en forma gratuita a centenares de libros de Google Library
Precio: US$ 300, aproximadamente
INVES-BOOK
El Corte Inglés
Medidas: 17 x 12 x 1 cm
Peso: 150 gr
Pantalla: De 5 y 6 pulgadas, en blanco y negro, con tecnología antirreflejos
Capacidad: memoria interna de 512MB y una ranura para tarjetas Micro SD de hasta 4GB (lo que permite almacenar hasta tres mil libros). Viene precargado con 120 títulos en castellano: novelas clásicas, textos de informática, negocios, etc. Cuenta con diccionarios de español, inglés, alemán, portugués, francés y catalán. Se pueden descargar títulos de la tienda virtual de El Corte Inglés ( http:/ebooks.elcorteingles.es/ )
Precio: 299 euros
PAPYRE
Grammata
Tamaño: Viene en 3 versiones (pantallas de 5 o 6 pulgadas o doble pantalla vertical de 3,5 pulgadas)
Peso: entre 200 y 310 gr, según el modelo
Pantalla: Blanco y negro y color, táctil
Capacidad: Memoria interna de 2GB y externa a través de tarjeta MicroSD (una de 2GB incluida). Permite leer libros, ver presentaciones de power point, navegar por Internet, revisar el correo y mirar videos. Acepta todo tipo de formatos y permite descargar libros, documentos y aplicaciones a través de www.grammata.es
Precio: de 206 a 449 euros. Disponible en la Argentina desde este mes
NETBOOKS
Según los especialistas, estos dispositivos serán, en la Argentina, la puerta de entrada al libro digital, por su accesibilidad y menor costo
Tamaño: Más pequeñas que una computadora portátil convencional y algo más grandes que un libro. Se asemejan a una hoja de papel tamaño A4
Pantalla: Alrededor de 10 pulgadas. Pocos modelos tienen sistema antirreflejo
Peso: entre 1,5 y 2 kg
Autonomía: entre 4 y 12 horas de uso continuo
Además de para la lectura, estos dispositivos han sido diseñados para tener conectividad permanente y navegar por Internet, usar el correo y las redes sociales y revisar presentaciones de powerpoint
Precio: De $1800 a $3500
FUENTE: María Gabriela Ensinck.
jueves, 4 de noviembre de 2010
ENTREVISTA. Sylvia Iparraguirre habla sobre su nueva novela. (por Angel Berlanga)
La orfandad, la nueva novela de Sylvia Iparraguirre, arma una historia de amor muy singular en un pueblo de la provincia de Buenos Aires en los años ’20. Anarquismo y soledad, cárcel y hogar para huérfanos, campo y ciudad, arman una trama de superficie diáfana y una compleja utilización de recursos narrativos. El resultado es una novela perturbadoramente clara y muy sensible, entre lo mejor de la producción de la autora que, además, pone en espejo su último libro sobre los años ’90, El muchacho de los senos de goma. En esta entrevista, Sylvia Iparraguirre explica cómo utilizó para escribir su experiencia pueblerina y también los ecos de lecturas entrañables.
Ella viene de gris y de a pie, en medio de la multitud que compone el cortejo fúnebre, y él va esposado, en auto, custodiado por cuatro hombres. El sol agobiante en las calles centrales y polvorientas de San Alfonso, las cinco de la tarde del 17 de diciembre de 1926: esas son las coordenadas del primer cruce entre ambos en esta historia de amor, pero tardarán casi veinte años en descubrir este detalle, cuando, ya juntos, se cuenten sus vidas en la galería de la casa que compartirán por el resto de sus existencias. Equidistantes a unas cuadras de las vías del ferrocarril, dos edificios emblemáticos construidos hacia 1880 por el extravagante ingeniero Ulriko Schmidt, distinguen desde entonces a este prototípico pueblo de llanura: el asilo de huérfanas y la cárcel. Sonia Reus, doce años, se aloja desde que tiene memoria en la primera de esas construcciones y rumbea, ese día, hacia el entierro de la monja directora; Bautista Pissano, veintitrés, carpintero y anarquista, está a punto de conocer el sitio al que fue condenado por la onda expansiva de represalias tras la bomba que Severino Di Giovanni hizo estallar en mayo de aquel año en la puerta de la embajada de Estados Unidos, aunque en el momento del atentado estuviera ante cientos de testigos en la otra punta de la ciudad. “Recuerden su humilde lugar, no hablen: deben ser más bajas que la hierba”, le machacan a ella; “Nosotros te vamos a enderezar”, lo amenazan a él.
Desde esa encrucijada, hacia atrás y hacia delante en el tiempo, Sylvia Iparraguirre pinta en La orfandad las historias de sus dos protagonistas y la de uno de esos pueblos de la pampa bonaerense, con su estación de tren y su plaza central, su periódico local, su lógica sociocultural, su galería de personajes notables y su mitología, sus prejuicios, sus amabilidades, sus voces.
“Lo primero en esta novela surgió a partir de imaginar a Sonia en este contexto de pueblo, siempre supe que ella pertenecía a este ámbito del orfanato, y ahí están las ideas de cómo educar a las niñas para que no se pierdan en la vida –sitúa Iparraguirre–. Alrededor de ella fueron reuniéndose los apuntes y las cosas que provienen de mi memoria acerca de un pueblo chico, que yo conozco muy bien por haberme criado en Junín y Los Toldos. Y ese conocimiento no proviene sólo de mi memoria personal, sino de una más ancha y larga que todos llevamos y es la de nuestros padres y abuelos, cosas que nos han contado. Pero siempre sentí que necesitaba un coprotagonista que viniera de otro lado y tuviera otras aspiraciones, que contrastaran un poco con las de Sonia: ahí aparece Bautista, pero es muy difícil discernir en qué momento y derivado de qué surge, porque los procesos son en ese punto bastante inconscientes.”
No es que tuviera, entonces, que inventarse demasiado: el pueblo y sus historias estaban, dice, dentro de ella. Más complicado le sería estructurar una trama tan sutil en apariencia como compleja en evolución, que entrelaza una tercera persona con la narración más íntima que ambos protagonistas van brindándose, con la aparición de “postales” de San Alfonso y con los chismes de las hermanas Zuloaga, sentaditas en la glorieta del patio interior de su casa. Si en su novela anterior, El muchacho de los senos de goma, la ciudad de los ’90 –nuestra Buenos Aires– aparecía como un escenario expandido a los sentidos, en La orfandad es San Alfonso el que juega ese papel, con el consiguiente contraste agudizado entre la naturaleza de hábitat y época. “Además de escenario, el pueblo es el que da sustento, atmósfera y clima para que la historia de amor se desarrolle –dice Iparraguirre–. Unas veces el pueblo juega a contrapelo y otras a favor; también pueden ser observados por este modesto coro de hermanas que comentan y chismorrean acerca de lo que sucede. El pueblo es un eje en la novela; en este caso diría que toca lo autobiográfico, sin que eso implique que lo narrado me haya sucedido. Al haber vivido ahí, sé cómo funcionan los mecanismos de esa oralidad circulante, esto de que todo se sabe porque alguien dice, alguien dice que otro dice que viene tal o que pasó tal cosa. La primera noción de las cosas viene de lo oral en la época en la que transcurre la novela, mitad de los ’20 y mitad de los ’40, años en los que tuvo lugar la primera juventud de mis padres, en cuyos relatos también están los relatos de mis abuelos, y aquí ya llegamos a los albores del pueblo, a los comienzos.”
Y en ese escenario aparecen personajes que son comunes a muchos pueblos: el croto, la leyenda tenebrosa, el ricachón, la autoridad.
–Claro, el pueblo se maneja con arquetipos. Un poco se ha ido perdiendo, naturalmente, pero incluso ahora en pueblos del interior más chicos, rurales, subsiste este tipo de personajes. Y también están los mecanismos de diálogo, el sentido del humor, el cotilleo, las mitologías. Y hay como cierto orgullo en la gente al contar. Así que el pueblo no es puro pasado y subsiste en la Argentina interna, profunda.
La ciudad y el pueblo: Iparraguirre señala que desde que empezó a escribir está presente en su proyecto narrar sus ficciones aquí y allá. “Mi primer libro se llamó En el invierno de las ciudades, lo que deja entre paréntesis, como señaló Enrique Foffani cuando lo presentó, ‘el verano de los pueblos’ –dice–. Son dos ámbitos que conozco muy bien y marcan mi historia personal, porque viví hasta los 18 en pueblos chicos de la provincia de Buenos Aires, pasé mi infancia en esas casas que describo. A esa edad me vine para acá y fue un descubrimiento fenomenal, un crecimiento increíble, solitario pero fantástico, un aprendizaje, sobre todo en los dos primeros años, que estuve sola. Entrar a la universidad, descubrir la ciudad; al principio me atemorizó, porque hay todo un mito, cuando te venís, acerca de los peligros que acechan bajo distintas formas. Pero yo descubrí que la ciudad me daba un sentimiento de libertad extraordinario, desconocido para mí hasta ese momento.”
La orfandad. Sylvia Iparraguirre Alfaguara 260 páginas
Tras señalar su interés teórico por el tema urbano –también ha escrito ensayos al respecto–, Iparraguirre enfoca en el díptico contrastante que proponen El muchacho... y La orfandad: “Hay distintos modos de sociabilidad y de formas de conocimiento –arranca–. En las ciudades todo ingresa a través de lo escrito, diarios y señales, un modo más intelectual, mientras que en los pueblos las redes de parentesco siguen siendo las referencias: el cuñado de tal, al lado de lo de fulano. Todos están sindicados y se sabe con quién te ponés de novio, dónde vas, qué hacés y qué dejás de hacer. Hay como un panóptico que se ejerce, y cuando llegás a la adolescencia decís uf, esto me cansa, me quiero ir de acá. Cuando te sumergís en la ciudad, en cambio, lo que prima es el anonimato, el enmascaramiento: cualquiera puede ser cualquier cosa. Este tema, el de la mirada de los otros, está muy presente en La orfandad”.
Metámonos un poco en la composición de Pissano y su particular anarquismo.
–No tan extraño, fijate. El es un anarco pacifista, de un anarquismo completamente discutido y una opción muy posible a principios del siglo XX. Por convención se asocia al anarquista con el terrorista, el ruso de sobretodo negro largo con la mochila de dinamita, pero eso es una simplificación, porque el pacifismo fue una de las discusiones centrales. Planteaban no adoptar ninguna actitud violenta, personal, ni de clase, y tampoco sostener o acompañar ninguna violencia de estado. Toma mayor estado público durante la Primera Guerra Mundial, cuando se extendió una cosa que ya venía con el impulso de Tolstoi, la voz que lo legitimó y le dio trascendencia internacional a los objetores de conciencia. Ahora, el pacifismo de Tolstoi no era el del quietismo: se trataba de un anarquismo muy activo y participativo. Elaboró un pensamiento que tuvo una influencia tremenda, enorme, sobre todo si pensás en las comunicaciones de la época. El pensaba que había un nexo moral entre medios y fines. Había, entonces, una fuerte oposición a la violencia, dentro del anarquismo. La filiación de Pissano es esa, y por eso está indocumentado, para no ser enrolado. Decidían a ultranza, eran así. A mí me despiertan una admiración enorme esos hombres, porque tenían una ética y una solidez que hoy parece mítica. No transaban, tenían muy claras algunas cosas básicas, que hoy pueden leerse como idealismo. Por otro lado es difícil imaginar la fuerza que tenía el movimiento anarquista y otros movimientos sociales de izquierda a principios de los ’20. La restauración nacionalista que hace Lugones en el primer centenario no es casualidad: responde al temor a toda esa masa obrera que había venido empobrecida de Europa y traía estas ideas. De hecho se llamó movimiento libertario porque el anarquismo, en su base, estaba en contacto con otras grandes corrientes de liberación, el cristianismo, el socialismo, el comunismo. Así que había grandes discusiones sobre los métodos. Pero la fuerza era tremenda: el golpe de Uriburu, de hecho, se da porque había 300.000 afiliados en estos grupos.
Además de la inspiración en el ideario de Tolstoi, Iparraguirre se inspiró en fuentes más cercanas, porque consultó fichas de trabajadores de ferrocarril de esa época en Junín: ahí se construían vagones, hasta que Menem liquidó la cosa –ramal que para, ramal que cierra–. “Ahí descubrí que había muchísimos anarquistas y vi que a muchos los despedían sin motivo, lo que signa un motivo ideológico –dice–. Y también conseguí unos cuadernos de un señor muy viejito, anarquista ferroviario, que anotaba ahí sus vivencias. Tenía esa aspiración de que la realidad se puede cambiar con las ideas, que el hombre se puede perfeccionar, mejorar. Trabajaba 14 o 16 horas por día en el ferrocarril, de manera bestial, y cuando volvía a su casa agarraba el cuadernito y con tinta escribía estas reflexiones. Planteaba, por ejemplo, cómo se podía combatir el alcoholismo en la clase trabajadora, cómo mejorar el gremio. Tenían un proyecto y creían a ultranza. Tengo esos cuadernos, son conmovedores.”
En la novela, Pissano tiene esta práctica de escribir, mientras está preso. E incluso intenta contagiarles a sus compañeros la importancia de la educación, de la lectura.
–Claro, cuando llega ese chico analfabeto y se propone sacarlo del pozo de marginalidad en el que vive. Dice entonces algo que yo creo: que la marginalidad provoca el uso de las personas. Todo aquel que no se puede educar, o que no es educado por cuestiones de conveniencia, es manejable. El enseña eso: si te dejás marginalizar, si sos ladrón, es porque quieren convertirte en eso. Por eso busca pasarle al chico la idea de la importancia de leer y escribir para no ser manipulado. Creo que tenemos pruebas de que la ignorancia y la marginalidad son excelentes para manejar a un pueblo.
“La novela es una larga conversación entre Sonia y Bautista, cuando ya se han encontrado –dice Iparraguirre–. Aunque ellos han estado viviendo y cruzándose en el pueblo, y él trata de acercarse, ella está encerrada en un mundo de ficción que se ha construido, aferrada casi a un fetiche (un encuentro fugaz con otro hombre). Son antagónicos, en un punto, porque Bautista viene de la solidaridad total, de volcarse hacia los otros, y Sonia, que nunca ha tenido nada y ha vivido siempre en el orfanato, se repliega en sí misma. Pero son estos opuestos los que van a crear el nexo, y ella entiende lo que él trataba de decirle: que hay muchos modos de amor, más anchos, que exceden al de un hombre y una mujer. Así que es una historia de amor, y estoy encantada con eso, porque es difícil escribirlas, al menos para mí.”
Dice Iparraguirre que El acompañante, la nouvelle de Nina Berberova, que leyó hace ya muchos años, le sonaba como un eco al momento de escribir La orfandad. “Uno está lleno de ecos, sin duda, y escribe con las reminiscencias de otras lecturas y de la vida –señala–. Primero que todo, yo creo que escribir es una experiencia vital. Está lo leído, sí, pero uno escribe con lo que es, su sexo, su género, su historia personal y su experiencia. Del libro de Berberova me gustó en particular el planteo de la protagonista. Y en cuanto a la literatura argentina es enorme la cantidad de textos sobre pueblos, Pago chico, por empezar por el principio, y Puig, naturalmente, que es insoslayable. Porque no se puede ir más allá de lo que hizo respecto a su oído demencial, alucinante, respecto a las voces y al registro de distintos medios, el radioteatro, la carta, el discurso oral. Ha sido extraordinario. Pero el caudal de relatos es muy grande y no da para citarlos todos ahora. En este caso, en esta novela, lo que prevaleció fue mi experiencia de vida personal: recuerdos, personajes secundarios que aparecen en esta memoria emotiva, por tomar el término con el que trabajan los actores. Yo conocí a esas hijas mujeres que cuidaban a sus padres hasta que fueran ancianos y luego quedaban solas, en esos caserones. Una obediencia tremenda al padre: querían ir al baile anual, se cosían los vestidos y se preparaban maravillosamente, y si a último momento él decidía que no podían ir, era inapelable. Los diálogos de estas mujeres me sirven en la novela, además, para ir reflejando algunos hechos de la realidad nacional, la muerte de Gardel, la llegada de monseñor Pacelli.”
Las historias y las observaciones sobre el pueblo, ¿te interesaban ya de chica?
–Forman parte de mi realidad. Nosotras íbamos todos los veranos a la casa de mi abuela con mi hermana y mis primos. Las historias del chancho con cadena, del hombre sin cabeza, la viuda, eran cosas que nos contaban para asustarnos y que no nos fuéramos lejos. Mis abuelos habían vivido en el límite con la tribu de Coliqueo, con los indios, y había un acervo impresionante. Venía gente de Coliqueo en sulky y nosotros los mirábamos: pensábamos que iban a estar con la pluma. Gente criolla, por supuesto. Hay una historia que saqué del libro: la noche en que los cuchillos empezaron a temblar en la cocina, esas cosas fantasmagóricas, medio inexplicables, que contaban de mis bisabuelos. Mi tía, por otro lado, cosía vestidos de novia y comentaba, lapidaria, de una chica en “estado interesante”. Me acuerdo, de chica, de haber pescado una conversación: el problema radicaba en disimular con el vestido. Si una mujer salía con un casado la condena era unánime. En fin, un costado risible y otro trágico. No es idílico el pueblo, ni pretendo que lo sea.
Cristóbal, el protagonista de El muchacho..., aparece visitando a su abuelo Bautista, en esta novela, muchos años después; al mismo tiempo, tu libro anterior terminaba con el pibe yendo a buscarlo. ¿Cómo se eslabonan las novelas, qué te propusiste?
–Es un poco difícil elaborarlo así, racionalmente. Son, en definitiva, dos experiencias básicas: pueblo y ciudad. El muchacho ocurre en pleno menemismo, con la importación abierta, y Cristóbal vendiendo chucherías de todo tipo, entre las cuales estaban los senos de goma. Para mí son como espejos invertidos, dos momentos de la historia de nuestro país. Intenté dar una medida, la mía, de dos realidades que nos constituyen, creo. Pero es posible que muchos estemos constituidos por esta gran cabeza de Goliat, como decía Martínez Estrada, que absorbe todo como un agujero negro y por muchísimo tiempo fue el centro absoluto del país, y estas pequeñas sociedades del interior, con todos sus mecanismos. Dos instancias, dos momentos históricos y sociales diferentes. En el arco que va desde la transformación sociopolítica y económica de la Argentina rural de los años ’20 y ’30 a la más industrial de finales de siglo se han producido todos estos cinturones suburbanos de pobreza y marginación. Así que intenté que la historia les pasara a estos personajes por sus cuerpos, sin ninguna propuesta teórica o reflexión metaliteraria. La experiencia la tenemos todos y la historia se arma a posteriori, décadas después se puede ver con claridad qué ha sucedido. Cristóbal se decide, al final del otro libro, ir a buscar su historia a San Alfonso, a saber de dónde viene; en ésta el abuelo lo recibe cuando pensaba que ya no lo iba a ver. Pasa esto, ¿no?, de que las generaciones intermedias se entiendan, y no las contiguas. A mí me pasó con mi abuela, que yo adoré, y creo que es una constante. En todo caso lo que me interesa es que Bautista transmita una ética, un comportamiento consecuente con lo que uno piensa.
FUENTE: Radar LIbros.
martes, 2 de noviembre de 2010
EVENTOS. La vuelta de revista Crisis.
Después de 34 años vuelve la revista Crisis. Su desembarco en Rosario será este viernes a las 19 en el Túnel 4 del Centro Cultural Parque de España, con la construcción de un espacio de discusión intenso que tenga incidencia en el proceso creativo de la revista. Gratis. Te esperamos.
lunes, 1 de noviembre de 2010
ENTREVISTA a Luis María Pescetti "Entre dos mundos" (por Graciela Melgarejo)
El autor de Cartas al Rey de la Cabina cuenta que muchas veces va a las escuelas a leerles sus textos a los chicos "para conocer la emoción y el ritmo de sus pensamientos".
Cuando nos disponemos a leer, todo lo que podemos saber sobre el libro que tenemos en las manos queda atrás, pierde importancia, y eso está muy bien. Hay libros que se leen muy rápido; generalmente, las novelas policiales o las románticas, las biografías y algunas novelas históricas también. Hay otros (en primer lugar, los libros de poemas), en cambio, que son para leer de a poco: un poquito todos los días, y aun para releer ese poco y recién después seguir adelante.
Esta es, desde luego, una opinión muy personal, pero probablemente los lectores de Cartas al Rey de la Cabina (Fondo de Cultura Económica) coincidan en que este libro pertenece a esa arbitraria segunda categoría. Cada línea de texto, y no es un poema, tiene su razón de ser en la página, y cada repetición nos vuelve un poco atrás en esta historia de amor, de persecución y de separación. Algo de las tres situaciones se entremezcló en la escritura de este nuevo libro de Luis María Pescetti.
Pescetti es lo que con cierta ligereza y demasiado a menudo los periodistas calificamos como "un autor de éxito, consagrado por el público". Sin embargo, en este caso el lugar común está ampliamente justificado (ver recuadro), tanto por la cantidad como por la variedad y la calidad de su producción. Sin embargo, Cartas al Rey de la Cabina es una obra diferente en la larga lista de títulos de su autor. Quizás haya influido el momento en que surgió y el tiempo que le llevó llegar al libro ya como objeto.
"Los libros tienen dos tiempos: el concreto, el de la escritura (en este caso, un año y medio), y el de la maduración (cinco o seis años para éste), desde que uno lo empieza hasta que encontrás el final", señala Pescetti. Pero este proceso coincidió con la vuelta a la Argentina, su país natal, en 2001, después de haber fijado residencia durante doce años en México. Exactamente cuando Domingo Cavallo acababa de asumir como ministro de Economía de De la Rúa. Una experiencia que, curiosamente, se relaciona con su forma de entender la escritura.
"Para mí, parte del proceso de escribir tiene que ver con transcribir un estado de conciencia que incluye una emoción (con el riesgo de que, por el tiempo transcurrido, se vaya de las manos esa emoción) y una visión, una mirada, como cuando se tiene una vista panorámica sobre una ciudad o un campo, pero sobre algo que ocurrió en tu vida. Una mirada comprensiva e instantánea sobre hechos que sucedieron muchos años atrás. Desde ahí se escribe, desde esa mirada más abarcadora."
"Pequeña serpiente azul"
La historia es aparentemente sencilla: en 22 cartas, Paloma, la jovencísima protagonista, va contando su amor por un hombre más grande que ella, Antonio, que para escapar de ese amor que juzga imposible se refugia en lo alto de la lejana cabina de una grúa. Ante el primer desengaño amoroso de su vida, Paloma va escribiendo cartas para tratar de entender por qué su amor la abandona. Es un largo monólogo que se va desgranando por las calles del barrio, llega hasta el cementerio, recorre un desarmadero de autos y vuelve una y otra vez, de manera obsesiva, al objeto de su persecución.
Y es la "pequeña serpiente azul" de la tinta sobre el papel el tenue lazo que los une.
-¿Por qué Paloma escribe cartas? Ya no es habitual.
-Me interesaba mostrar esa "intensidad de la conciencia", como dice Susan Sontag, esa intensidad embriagadora del enamoramiento, de un amor correspondido pero que finalmente no es aceptado. Además, yo escribo sobre momentos de la infancia, pero no necesariamente para chicos (cuando leés un buen libro infantil, repasás tu infancia). Yo estudié música y siempre la partitura guarda alguna analogía con lo que va a sonar. Hay algo muy plástico en una partitura. Y las cartas tienen algo de partitura; el contenido no es el mismo si escribís a mano, es distinto de escribir en el teclado. Hay mucha sensualidad en las cartas de Paloma, el papel estuvo en sus manos; y cuando te equivocás ya es irreversible, hay que tachar, quedan marcas. Y ésta es la primera marca en la vida de Paloma.
-Y ese hombre allá arriba, como ella escribe, "Tú / (tan alto) / que ves todos los techos, / todas las cabezas y los hombros / y la carga que llevan los camiones. / El lado de arriba de las nubes", también está viviendo su propio proceso.
-Es un libro en torno de las huellas, pero fuera del tiempo, como el enamoramiento. Es una historia con muchas marcas; en el desarmadero, por ejemplo, están las huellas de las otras vidas. Está también la transición entre la adolescencia y la juventud. Paloma se sitúa en el momento preciso en que los jóvenes cuestionan todo, se proponen escribir nuevas reglas, porque uno está fundando las reglas de la propia vida.
-Se recomienda siempre no hacer arqueología de la obra literaria, pero precisamente este libro, su génesis, coincide con el momento de tu regreso a la Argentina.
-Yo llegué con más de la mitad del libro escrito, pero eso no quiere decir acabado. En la Argentina fue como empezar de cero; además, como decía el escritor y columnista político mexicano Germán Dehesa, con "la casa sin los andamios". Pero también está la situación de escribir como un extranjero (como era yo en México) y ser un hombre que escribe con la voz de una mujer, es decir, un segundo desdoblamiento. Hay un libro de John Berger, Lila y Flag , que a mí me gusta mucho, donde ocurre esto, y también me gusta cuando Chico Buarque canta como una mujer.
En la parte más lejana del mundo
La intensa melancolía de la historia de Paloma y el Rey de la Cabina encontró un continente ideal, porque el libro como objeto es excepcionalmente bello. Perteneciente a la colección A la Orilla del Viento del FCE, con un papel de gran calidad, que permitió al ilustrador N. T. dar rienda suelta a su imaginación y usar distintos colores para las páginas, de acuerdo con las diferentes etapas de la historia de amor. Amarillo, magenta, amarillo más fuerte, negro y finalmente blanco, para la despedida: "Voy a enterarme de qué trata la soledad, ahora, / y que el vacío de no tenerte, ni esperarte / busque, / o me lleve, / o sea lo que sea. / Adiós, en quien te conviertas".
-Es muy interesante seguir la figurita de Paloma bajo la lluvia, vista como desde arriba.
-Hay un enorme idealismo en el libro. Y cuando apareció por fin el ilustrador, fue él quien eligió la mirada desde arriba. Porque todo está visto desde la cabina del conductor.
Luis María Pescetti tiene también su sitio en la Web: www.luispescetti.com , y un blog , al cual ya llegaron las primeras opiniones de sus lectores. Una situación que marca, también, el cambio de época: "Con el libro puede pasar mucho tiempo antes de que te enteres si gustó, y a veces eso no llega nunca. El blog se parece mucho a la radio y al café-concert. Tiene esa misma inmediatez en las respuestas del público; uno recibe una orientación que le va diciendo por donde pasa el interés de la gente. Se establece una relación más personal. Y esta situación nutre mucho emocionalmente, porque escribir o componer son tareas solitarias. Viene bien nutrirse, como decía Maiakovski, con el entusiasmo, con la devolución de un texto que ha sido leído por otro. Porque el trabajo de escribir es reflejar, ser un espejo inteligente que entrega a su vez una devolución procesada".
En busca de ese entusiasmo, muchas veces Pescetti va a las escuelas para estar con los chicos y leerles sus textos, para conocer "la emoción y el ritmo de sus pensamientos". Los chicos, hoy, "viven más una bajada de línea que experiencias de pares. Compartir con pares es enriquecedor y aliviador, y los chicos necesitan eso; es lo que yo trato de reflejar cuando escribo para ellos".
Cartas al Rey de la Cabina se abre con una larga cita de un texto del maestro del haiku, Basho (1644-1694), tomado de su relato de viajes Sendas de Oku . Vale la pena transcribir la frase final, porque en ella está encerrada parte del secreto de esta nueva obra del maestro Pescetti: "Premios de las peregrinaciones. El placer de vivir me hizo olvidar el cansancio del viaje y casi me hizo llorar".
FUENTE: ADN.
domingo, 31 de octubre de 2010
Boliches de campo (Por Jorge Isaías)
El primero que recuerdo y que aparece nítido imbatible en la memoria es aquel que llamaban Boliche de la Legua, camino más allá del cementerio y que al estar a esa distancia exacta del pueblo, en un cruce de caminos se ganaba de por sí el apelativo.
De los otros, a los que sólo oí nombrar y que mi amigo Miguel Compañy trae sobre la mesa y los deja palpitantes como pececitos brillantes a gotas de un ámbar fiel, allá van: Santos Ferrara, Los prados, La Lata, Blanco, La viuda, Valvazón, Pendija, Copani, La Pellegrina, La Portada o Demarchi (que estuvo en los inicios, antes de que el mismísimo pueblo existiera), Tamborini, Raviola, Villa de mayo, o El dólar, que sigue estando en Colonia Hansen y que regentea su dueño y mi amigo. Estoy nombrando a Emir Egilio Menza, conocido popularmente como El Narigón, tan diligente y bueno como el pan recién horneado. Se me ocurre que estos boliches debieron ser la secuela de las antiguas pulperías que mojonaron la pampa en aquellos tiempos de caballadas atronadoras, ya fuera ranquel o de sufridos chinos patrios, especie de Martín Fierro, según eternizó Hernández.
Esas pulperías que según Sarmiento eran un oasis de sociabilidad en aquellas resolladuras del sol y los largas jornadas con peligros constantes y que había que ser muy baqueano para internarse entre esos pajonales machazos con la sola presencia de los ñandúes fugaces y el grito del chajá quebrando la noche de un solo y violentísimo tajo.
Estos boliches -los que yo conocí casi siempre de lejos, mejor dicho "vi" desde lo alto de un carro- eran seguramente más seguros y con unos parroquianos mucho más pacíficos, más proclives a jugar a las bochas que a las salvajes "visteadas" a cuchillo filoso.
Esos boliches estaban necesariamente lejos del pueblo y a veces a su costado se construía una escuela -hoy despobladas por el sistemático éxodo rural pero casi siempre tenían un galpón o una pista de mosaicos sufridos para los escasos bailes donde iban a sacudirse el polvo las juventudes chacareras de entonces. Estas pistas descubiertas se subsanaban con una buena carpa de lona o arpillera para cada ocasión y con algunos faroles que llamaban "sol de noche" producían la ilusoria sensación de un esplendor que sólo tendrían los salones del segundo imperio en el mediodía de Francia. Si bien estos boliches, es de suponer, abrirían todos los días para una copa casual o rutinaria tal vez de viandantes o de tamberos que eran los que tenían una actividad más regular -una vaca se ordeña dos veces al día, inexorablemente y ese trecho obliga a las cremerías de la zona y por ese trayecto siempre habrá "un" boliche a mano, o dos. Los boliches -como las pulperías en su momento eran un centro de información y una ocasión de hacer sociales.
Por lo tanto el día señalado era el domingo a la tarde, único hueco de la semana que se permitían a si mismos los sacrificados hombres rurales de entonces.
Se pasaban esas horas de ocio entre naipes, tabas, juego del sapo, o, ya en ocasiones mayores, una carrera de sortija o unas cuadreras como Dios manda.
Y a veces, a esto era ponerle un digno broche de oro: un baile donde nunca faltaba un acordeón a piano y un par de guitarras.
Si había a su alrededor alguna escuela como el caso de Colonia Hansen o el boliche La lata o Los Prados, la cosa se presentaba distinta. Había -allí sí una configuración de acontecimientos y sociabilidad diferente porque todo estaría investido de un carácter más formal ya que los actos escolares llevaban necesariamente un protocolo que aún en esos parajes solitarios y casi dejados de la mano de Dios, la persona que representaba al Ministerio de Educación, a la sazón maestras o maestros que fungían de directivos, amén de enseñar a leer y escribir, hacer cuentas y aprender algo de Historia y Geografía, si fuera posible, debía cumplirlo.
Como nunca asistí a un acto escolar en esas escuelitas rurales nada puedo agregar que no esté en la conjetura y la fabulación de mis lectores o yo.
Escapan en estos momentos los rostros de todos aquellos hombres y mujeres que poblaron la Colonia cercana a mi pueblo. Un gran vacío más hondo que todos estos años se interponen entre algún recuerdo, alguna anécdota sucedida en aquellos míticos boliches y yo. Si yo pensara en los obreros que transitaron mi pueblo y que hoy son sombra y olvido sería distinto. Pero tratándose de aquellos chacareros difusos prefiero hacer mutis, porque mi experiencia infantil con las zonas rurales era esporádica y acotada y sujeta a mi discreto rol de acompañante de mi padre, es decir sin ninguna iniciativa propia como por otro lado era mi vida y la de cualquier niño de entonces.
Y l lector se preguntará con razón ¿Y los boliches entonces? Ay, los boliches ni mis amigos ya no están. Han sido borrados de la faz de la tierra. Y es tan triste reconocer que es como si nunca hubieron existido.
FUENTE: Rosario 12.
Florencio Sánchez en las calles de Rosario
Estuvo apenas unos meses, en 1898, y poco más de un año, entre 1901 y 1902. En ese escaso tiempo libró combates a través de la prensa, tuvo un rol protagónico en conflictos obreros, produjo los primeros textos de su genial obra como dramaturgo y conoció la ciudad como pocos de sus contemporáneos. El paso de Florencio Sánchez fue inolvidable para Rosario, y el centenario de su muerte lo trae nuevamente a la memoria.
Sánchez llegó a Rosario en septiembre de 1898, contratado como secretario de redacción de La República, un diario que comenzó a publicarse ese mes como vocero de la Unión Cívica Radical, bajo la dirección de Lisandro de la Torre. Había nacido en Montevideo en 1875 y tenía ya cierta experiencia como periodista. Pero el prestigio no se correspondía con su situación económica: desembarcó en el puerto sin equipaje, apenas con lo puesto.
Rosario tenía 112 mil habitantes, pero según el escritor Mateo Booz en esa época la presencia de un forastero llamaba la atención. Ese fue el caso de Sánchez, "un transeúnte desgarbado, de espaldas estrechas y agobiadas, de tez terrosa y mandíbulas caídas", que vestía "pavita y sobretodo con vueltas de terciopelo", de acuerdo a la primera impresión de Booz.
Por entonces, en el Nuevo Politeama se presentaba la troupe del clown Frank Brown y en Santa Fe y Entre Ríos levantaba su carpa el circo de Pablo Raffetto, que ofrecía espectáculos acrobáticos y los dramas criollos de Eduardo Gutiérrez, previa autorización de los funcionarios municipales, ya que en Rosario estaban prohibidas las obras que ofendieran a las autoridades. La actividad literaria era insignificante: Sánchez iba a las tertulias que organizaban los hermanos Joaquín y Fermín Lejarza, en su casa de Córdoba entre San Martín y Maipú, "una especie de club literario al que acudían todos los escritores que llegaban a Rosario", según el historiador Juan Álvarez.
La República salía con ocho páginas en formato 59 x 41 cm. Pero esa primera etapa tuvo un final abrupto. Según Roberto Giusti, "cierto día, a raíz de un desorden en que tuvo parte, Sánchez se alejó súbitamente de Rosario, dejándole al director De la Torre una carta de despedida noble y punzante, sincera confesión de la impericia de su voluntad para corregirse". Lisandro de la Torre no le guardó rencor: Sánchez, dijo, "era un bohemio incapaz de someterse a cualquier disciplina de trabajo, pero que desarmaba siempre la severidad del director con un suelto feliz".
A mediados de 1901 Sánchez volvió a Rosario, para trabajar de nuevo en La República. El diario, con imprenta en Maipú 835, pertenecía entonces a Emilio Schiffner, un empresario alemán con ambiciones políticas (era vicepresidente del Concejo Deliberante) y a la vez, culturales (impulsó la construcción del actual Teatro El Círculo).
Se acercaban elecciones. Sánchez contribuyó a la campaña opositora con una columna que se llamaba "Desenvainen y metan. ¡Viva Freyre!", una burla a la voz con que el jefe político Octavio Grandoli ordenaba dispersar las movilizaciones. Booz recuerda que frente a La República —donde Sánchez lo hizo ingresar después de leer un cuento publicado en Caras y Caretas— se reunían grupos que respondían al oficialismo y amenazaban con empastelar a los periodistas.
El clima de violencia quedó patentizado en una cena que terminó muy mal. Schiffner estaba en un restaurante con Sánchez, el poeta Alberto Ghiraldo y el dramaturgo Enrique García Velloso, cuando se presentó un sicario que tenía el encargo de asesinar al dueño de La República. Pero Schiffner se adelantó y lo asesinó a balazos Sánchez quedó al frente de la redacción, y el diario acusó su impronta. "La República fue tomando un subido tinte rojo", dijo Roberto Giusti. Es que por entonces asistía a las reuniones anarquistas en la Casa del Pueblo (Santa Fe entre San Martín y Maipú). El movimiento obrero rosarino vivía un momento especial, el de la creación de sociedades gremiales.
Al mismo tiempo recorría los cafés del antiguo Mercado Central (San Martín entre San Luis y San Juan) y, cuando cerraba la edición del día, iba al Café El Numantino, propiedad de Ramón Fontenla, en la esquina de Córdoba y Laprida. Según Julio Imbert, uno de sus biógrafos, Sánchez conoció entonces a un adolescente al que llamaban Pulga, que voceaba la prensa en Sarmiento y San Lorenzo, esquina estratégica ya que allí estaban la Bolsa de Comercio y el Café Puerto. Pulga habría sido la inspiración de su obra Canillita; en cambio, Booz dice que el modelo fue otro vendedor, con el que el dramaturgo se ponía a conversar cuando iba a esperar la salida de los diarios a la imprenta, a la madrugada, después de la velada en El Numantino.
Arde Refinería En octubre de 1901 los obreros de la Refinería Argentina de Azúcar presentaron un pliego de condiciones donde pedían aumento de sueldos, reducción de la jornada laboral y mejores condiciones de salubridad. Las demandas fueron rechazadas por la empresa de Ernesto Tornquist y los trabajadores —"como 800", según el diario El Municipio— fueron a la huelga.
El episodio, dice la historiadora Agustina Prieto, inició "la época de las grandes huelgas" en Rosario. Los obreros formaron un comité y Florencio Sánchez hizo de secretario. El 20 de octubre un grupo policial dirigido por Octavio Grandoli detuvo a Rómulo Ovidi, anarquista; una multitud intentó evitar el procedimiento, por lo que la policía abrió fuego. Un trabajador, Cosme Budislavich, austríaco de 34 años, cayó muerto de un tiro en la nuca, en la calle Iriondo, junto a un galpón llamado El Atrevido. Fue la primera víctima obrera de la violencia policial en la Argentina.
El administrador de la Refinería, M. Hagemann, envió una carta a La Capital para "rectificar los datos publicados por La República". Hagemann dijo que "los obreros abandonaron su trabajo repentinamente, sin previo aviso, dejándonos con las calderas encendidas y los aparatos llenos de azúcares en movimiento". Aclaró que se había negado a escuchar a los delegados, por ser anarquistas, y se mostró escandalizado por los reclamos: "Pedían nada menos que la reducción del trabajo a 8 horas y a la vez un fuerte aumento de sueldo".
Como prueba de "la participación del elemento anarquista", Hagemann adjuntó a su carta y pidió la publicación de la proclama de los obreros. La posteridad le debe conocer el texto que había escrito Florencio Sánchez, dirigido "a los huelguistas, obreros y obreras de la Refinería" y en el que anunciaba que "la época de los carneros que se dejaban esquilmar ha desaparecido". Sánchez se dirigía tanto a los obreros —"cuando crean aplastarnos por el hambre, acordémonos de que el pan y la libertad no se piden: se toman"— como a los policías encargados de la represión —"acordaos de que sois hijos del pueblo".
La proclama, redactada con encendida retórica libertaria, iba de mano en mano. "Esta hoja —dijo Hagemann— produjo su efecto hasta sobre las mujeres que ocupamos para acondicionar el azúcar en pancitos, quienes desfilaron esa noche (el 20de octubre) en frente de nuestro establecimiento gritando «Viva la anarquía»".
En esos días llegaron a Rosario los dirigentes socialistas Juan B. Justo y Enrique Dickman, para seguir de cerca el conflicto. Sánchez les hizo de guía: "Nos llevó al puerto, a Refinería, a las barriadas obreras más pobres. Tuvimos en él a un cicerone maravilloso. Nos explicó todos los aspectos de la vida de la clase obrera rosarina y nos habló de sus proyectos literarios", dijo luego Dickman. El 24 de octubre la Plaza López fue escenario de un gran meeting, como se decía, en repudio al crimen de Budislavich, que reunió a siete mil personas. Hablaron, entre otros, Adrián Patroni y Virginia Bolten, y entre los convocantes hubo sociedades de nombres hoy curiosos: el grupo Las Proletarias, Estibadores revolucionarios. La venganza será terrible, La voz de la mujer y Náufragos de la vida.
El escándalo A principios de 1902 llegó a la ciudad Luigi Barzini, un periodista del Corriere della Sera que se habia hecho antipático entre la clase dirigente por las notas que enviaba a su país, donde cuestionaba la situación de los inmigrantes italianos en Argentina. Sánchez hizo otra vez de guía y se paseó con él durante el carnaval. Fue un gesto de desafío a la burguesía local, del que pronto daría una muestra más elaborada.
En junio de 1902 los redactores de La República se declararon en huelga. Sánchez era el jefe de redacción, pero se plegó a la protesta y fue despedido. Mientras tanto, en las cartas a Catalina Raventos, su novia, decía que había sentado cabeza: "Los que me han conocido bohemio incorregible se han quedado con la boca abierta ante mi constancia y mi tesón". Hacía planes para casarse e instalarse con su prometida en una casa que había visto por el Bulevar Santafesino. Pasó entonces al diario La Época. Allí, dijo Mateo Booz, "disponíamos de palcos de favor en los tres teatros de la ciudad: el Olimpo, el Politeama y la Comedia. Y todas las noches me iba allí con Sánchez".
Fue entonces cuando Sánchez escribió La gente honesta, "sainete de costumbres rosarinas" en un acto y tres cuadros. Uno de los personajes, el Gringo Chifle, caricaturizaba a Schiffner; pero lo más irritante debió haber sido que el texto hacía alusiones burlonas al Parque Independencia —inaugurado en enero de ese año— y a la doble moral de la pequeña burguesía rosarina.
La compañía de zarzuelas de Enrique Gil y Félix Mesa aceptó representar La gente honesta en El Nuevo Politeama el 26 de junio de 1902. Como el argumento trascendió a través de la prensa, ese día se reunió gran cantidad de público para la función. Pero a último momento, por sugerencia de Schiffner, el intendente municipal prohibió la representación so pretexto de un nuevo reglamento para teatros y la policía impidió el acceso a la sala. Sánchez fue demorado y golpeado por la policía.
A partir de entonces, recordó Booz, "se nos perdía de vista días enteros, para resurgir en un lastimoso estado de indigencia". Sin embargo, seguía escribiendo y en septiembre le entregó a Santiago Devic, al que había conocido en la Casa del Pueblo, el manuscrito de Canillita. "Las escenas son reales, muchas de ellas ocurridas en presencia del mismo Florencio cuando entraba en los conventillos a charlar con sus moradores sobre la miseria y la necesidad de agremiarse", según Giusti.
El texto reformulaba una obra previa, Ladrones, y el 1º de octubre de 1902 la compañía de Enrique Lloret y María Iñiguez lo representó en el Teatro La Comedia. Canillita tuvo doce funciones a sala llena, y tras el suceso Sánchez pasó unos días en Colonia Aldao y en la estancia de Alejandro Maíz, de donde regresó con los personajes para una nueva obra, La Gringa.
Pero volvió a irse a Buenos Aires. En Italia, donde murió el 7 de noviembre de 1910, se reencontró con amigos rosarinos, como Pompeo Saibene y Santiago Devic, quien lo asistió en sus últimos momentos, quizá como un reconocimiento que excedía la amistad personal e involucraba a la ciudad en que había vivido algunos de los momentos más intensos de su vida.
FUENTE: Señales.
sábado, 30 de octubre de 2010
ENTREVISTA. Mano a mano con Tamara Kamenszain (por Enrique Foffani)
Empezó a escribir identificada en el grupo de los poetas neobarrocos de América latina. Y sin renegar de esa innovación estética, su obra se fue nutriendo de vertientes personales. La familia como un destino y un punto de reflexión ineludible, la vida de hogar, la salida a la calle y los barrios de la ciudad y el ensayo sobre otras poéticas constituyen los pilares de la obra de Tamara Kamenszain. El eco de mi madre, su último libro, viene a sumar una pieza breve pero dolorosamente íntima a su literatura.
Tamara Kamenszain es una de las voces más potentes de la poesía argentina. Acaba de aparecer su último libro, El eco de mi madre, un diario de vida de los últimos tiempos de la madre que la hija escribe o trata de “pasar en limpio” como testimonio poético de ese rito de pasaje que es toda muerte. Después de Solos y solas, de 2005, escrito con cierta inflexión romántica y mucha disposición para el juego, donde precisamente lo lírico convive con lo prosaico para intercambiarse como figuritas en ese apostar a la pareja y rehuir de la soledad, ahora se impone otro tono. Un tono acorde con la experiencia de sustracción del cuerpo a la que la poesía no sólo da cabida y refugio sino también presta voz y recuerdos. Lo sabemos: la muerte es siempre testimonio del otro y el desafío de Tamara Kamenszain consiste ahora en cómo pasar en limpio esa experiencia, cómo volverla letra viva y no solamente letra. La diferencia no puede ser más abismal: la letra viva no es la voz avalada por la metafísica sino la voz que primero se hunde en el anonadamiento que analfabetiza y después remonta ese mutismo hasta que “la letra de ella (de la madre) sale por nuestras bocas”. Este verso del libro reafirma lo que Kamenszain llamó la boca del testimonio: los poetas por la boca no mueren sino que nacen, porque por la boca dan testimonio de lo que, paradójicamente, es lo intestimoniable por antonomasia.
LUGAR COMUN: NEOBARROCO
Es un lugar común situar la poética de Tamara Kamenszain en el Neobarroco argentino junto a Néstor Perlongher, Arturo Carrera, Héctor Píccoli y, de un modo más excéntrico, a Osvaldo Lamborghini. Se trataba, a decir verdad, de una vertiente compartida a la vez con otros poetas latinoamericanos como Roberto Echavarren y José Kozer, y que tenían a Lezama Lima como faro. Este estallido del barroco a escala continental no significaba solamente el retorno de una estética de la tradición hispánica (pero ahora en el español de suelo americano) sino también la posibilidad de escapar a modelos rígidos, ya que el barroco en su despliegue infinito de “volutas voluptuosas” al decir de Perlongher, ofrecía también infinitas maneras del decir poético. Este mismo poeta apeló a la traducción y, desviando el Neobarroco del insularismo caribeño hacia la región rioplatense, lo rebautizó “Neobarroso” y de paso no sólo anclaba la poesía en la geografía de la lengua sino también la inscribía en el pliegue de la Historia. En su momento, Kamenszain analiza este cambio de denominación y pareciera que en esa descripción estuviera definiendo gran parte de su propia poética: “Operación neobarrosa, como la bautizó Perlongher ensuciándola de barrio, ese habitat mítico de la infancia que el tango define como hondo bajofondo donde el barro se subleva. Barrio, barro, piso movedizo para un baile”.
Hoy por hoy, el Neobarroso rioplatense parece volverse más un rótulo que restringe que un camino que abre paso. En ese sentido, Tamara Kamenszain es una poeta que está siempre al acecho de lo nuevo, no se deja capturar por la nostalgia, está dispuesta al cambio y dice que no es coleccionista, que no es acumuladora. Por eso ahora prefiere hablar de Neoborroso. “Estando en Ecuador, en un festival de poesía, hubo una mesa sobre el Neobarroco. Y me acordé de la vuelta que le dio Perlongher al término, que cambió por Neobarroso, donde ya pasaba a argentinizarse, no sólo haciendo referencia al barro, al barro del barroco, sino también al barro del barrio. Entonces ahí se me ocurre una vuelta más todavía: el Neoborroso. Un término para borrar el binarismo, que habíamos tratado de superar pero que finalmente se congela otra vez. Pasa siempre así, en todos los movimientos, donde forma y contenido, Florida y Boedo, lo culto y lo popular, se vuelven a cristalizar. En cambio, con el Neoborroso se trata de borrar lo ya cristalizado, ahora podemos pasar a otra cosa, es como una vuelta de página: lo que una vez fue útil, ahora ya no lo es más.”
YENDO DEL LIVING AL BAR
La suya es una poética que parte de la vida familiar y de los espacios que la constituyen, a través de un movimiento que va del interior de “la casa grande” con sus piezas y salas de estar, con su “vida de living”, al exterior de la calle, el barrio, los cafés, el tangobar, el mundo. El viaje y los desplazamientos en la geografía y en la historia se manifiestan en todos los sentidos, desde el más literal al metafórico. Ya el primer poemario, significativamente titulado De este lado del Mediterráneo (1973), inaugura la diáspora, el deseo de salir del ghetto de la historia. Es la migración que se hace inmigración y funda familias en el desierto argentino. Después vendrán: Los No (1977), La casa grande (1986), Vida de living (1991), Tango Bar (1998), El ghetto (2003), Solos y solas (2005) y ahora El eco de mi madre.
Hay en sus libros de poesía –y esto tampoco está ausente en sus libros de crítica– una obsesión topológica que puede considerarse una auténtica familia de espacios, que diagrama el paisaje de su poesía: la vida de barrio de la infancia, la historia de la inmigración judía, el lenguaje melanco del tango argentino, el barroco de corte y confección donde el sujeto femenino no es sólo reproducción sino también producción y sustento de la prole. Un paisaje familiar sí, pero también desfamiliar porque si bien, por un lado, recurre a la genealogía para traer a la memoria los antepasados, por el otro deja paso a la violencia de los años ’70, la vida del exilio signado por el estar afuera y también hay una serie de alusiones a otros episodios de barbarie de la historia contemporánea. Es en el exilio, en México, donde escribe su primer libro de crítica, El texto silencioso (1983), al cual sucederán otros tres: La edad de la poesía (1996), Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (2000) y el último, de 2006, La boca del testimonio. Lo que dice la poesía.
Es evidente la labor sostenida de escritura que, durante casi cuatro décadas, lleva adelante Kamenszain alrededor de la poesía: como poeta y como crítica. Y no menos evidente son los vasos comunicantes entre ambas.
¿Qué tipo de relaciones se producen efectivamente ente una y otra?
–Si lo pusiéramos en términos psicoanalíticos, diría una alternancia obsesiva donde siempre viene una y después la otra y después la otra, pero no empieza siempre una. En el origen no hay nada, como que empezaron juntas, alternándose. Siempre me acuerdo de una cosa que decía Octavio Paz: cuando estoy haciendo crítica, estoy descansando de la poesía y viceversa. Una me inspira para la otra, pero no causalmente, sí de una manera en espiral. Ambas son premonitorias: cuando aparece una, ya está diciendo algo que a lo mejor voy a trabajar en la otra y la otra está diciendo algo que voy a trabajar en ésta. Pero esto sólo lo intuyo y lo siento. Evidentemente hay un ida y vuelta, pero cómo se produce la verdad es que no lo sé.
El eco de mi madre es el último libro y, como tal, engloba a los anteriores, en el sentido de que sigue escribiendo –narrando, será mejor decir– una saga poética de inflexión autobiográfica que tiene la rara virtud de no devenir jamás una lírica confesional. Lo autobiográfico es una escansión, un acento, un modo de acompañar y, si bien es cierto que está presente en los poemas, hilvanados a los lazos de familia de la casa grande al ghetto, Kamenszain se las ha ingeniado siempre (y cabe decir que el ingenio aquí es tan sentimental como intelectual) para no quedar atrapada en una lírica de la efusión o el desborde sin retorno. Lo inteligible de su poesía es la manera no sólo de compensar el histórico menoscabo de la mujer por parte de la sociedad sino también de fomentar distancias críticas en el seno mismo de la familia como institución. Su poesía es una descripción atenta y sutil de lo que vivir en familia ha significado en la historia occidental. “Perdidos en familia” es un verso–clave de su estética, que va a explicar más adelante y es el título además de la antología de toda su poesía, que acaba de ser traducida al alemán por Petra Strien en la editorial suiza Teamart.
Quizás lo más certero que pueda decirse de esta mujer de mirada luminosa, que sonríe y asiente con la cabeza cada vez que la frase del otro resuena en su interior para volverse una evidencia constatable y compartible, es que sabe escuchar y que esa potencia, como lo demuestra con creces en su último libro, es la magia que su poesía ofrece como don al otro. Escuchar es el testimonio más real del otro, más real y más amoroso al mismo tiempo, aunque en El eco de mi madre se torne una experiencia de despojamiento, donde la vejez sitúa al sujeto “en los confines del cuerpo”, como escribe Franco Rella. En otra oportunidad definió las relaciones entre el amor y la lengua en términos deudores quizá de la lectura de la poesía de Paul Celan: “La poesía es empujar la lengua hasta el campo del otro; es un impulso por salirse del ghetto autobiográfico”. El desafío de El eco de mi madre consiste, entre otras experiencias, en ésta: cómo escuchar lo que dice el otro cuando el Alzheimer lo vuelve más otro que nunca.
¿De qué experiencia creés que habla el libro, cómo lo presentarías? ¿El libro habla de algo que terminó?
–No sé bien de qué habla el libro, pero no creo que sea de algo que terminó, si a lo que te referís es a la enfermedad y posterior muerte de mi madre. Más bien habría que decir que la cosa recién empieza, en el sentido de que es la visión actual o actualizada de ese acontecimiento lo que se juega en el libro. Con esto quiero decir que la poesía es un género que siempre pone a rodar una manera nueva, una versión nueva de un suceso, trayéndolo al presente. No se trataría entonces de una evocación nostalgiosa de la figura de la madre, sino de traer al presente restos, ecos, y de exhibirlos obscenamente, al desnudo. Aquí hay una muerte, pero también hay un eco de esa muerte que pide ser escuchado hacia adelante.
En tu libro de crítica La boca del testimonio, el concepto de testimonio se funda en la idea de una falta. Encuentro ciertas vinculaciones de El eco de mi madre con esa noción de “testimonio”.
–Efectivamente, dar testimonio en poesía sería decir algo acerca de lo que justamente nada se puede decir, en este caso la muerte, la madre, el Alzheimer. Se trataría de buscar una especie de idioma espiritista para comunicarse con los muertos, de aprender a escuchar el eco, de ponerle memoria a la amnesia, en fin, un verdadero disparate, pero eso es la poesía, un disparate y ahí radica su posibilidad de testimoniar, no esquivándole el bulto a lo que parece indecible, a lo que parece “impresentable”, porque justamente la poesía no tiene vergüenza y lo presenta, lo trae, como te decía antes, obscenamente, al desnudo. Claro que creyéndose que uno realmente logró decir lo que quería, nada se hace presente, nada se escucha. Ahí empieza a aturdirnos el ruido de los temas, temas que supuestamente serían más poéticos que otros, en este caso podría ser el tema de la madre con mayúscula, tan caro a la alta poesía mistificadora para la que “madre hay una sola”.
En cuanto a “este dar testimonio de la poesía” podríamos decir que El ghetto está bajo la impronta de un poeta como Paul Celan, mientras que con El eco de mi madre parece ser Vallejo.
–Me imagino que lo decís por el epígrafe del libro, “Hay golpes en la vida tan fuertes... yo no sé”, el famoso verso de César Vallejo. Sí, ese saber tan contundente sobre el dolor y al mismo tiempo ese no saber nada de nada, típico del Alzheimer, se me armó como un eco de la enfermedad y la muerte de mi madre. Enrique Pezzoni nos decía siempre que ese verso condensaba el fenómeno poético: por un lado lo más impersonal con el “hay golpes”, y por otro lo más personal con el “yo no sé”. Pero que lo verdaderamente poético estaba en los puntos suspensivos, en la suspensión del sentido. Y a mí en este libro, empujada por el verso de Vallejo, se me impuso un ritmo de repeticiones. Yo no sé... yo no sé... yo no sé... me iban insistiendo ecos de voces dentro de la mamushka. Es esa onda sonora que se produce cuando ya no se sabe quién habla, y es justamente ahí donde la transmisión es exitosa, da en el blanco. Son repeticiones que duelen, golpes fuertes de la vida. En fin, ahora, a posteriori, me dan ganas de decir, cuando me preguntan por este libro, “y yo qué sé”. Como que uno escribe y no sabe lo que hace y después trata de inventar algún verso alrededor de eso.
Pero en tu libro hay cosas bastantes claras. Porque también se vuelve fundamental la lectura de otros poetas que hablan de esa experiencia del envejecer como el Cuaderno del viejo de Ungaretti, El pabellón del vacío de Lezama Lima, la lírica de Olga Orozco y de Alejandra Pizarnik. ¿Qué te dice la lengua de los otros poetas?
¿Confirman tu propia experiencia o muestran en verdad algo distinto de ella?
–La relación con los otros poetas es la verdadera sesión de espiritismo. No los busqué en lo más mínimo, no hubo citas cultas ni intertextualidades ni nada de eso. Vinieron a la página como parte de la ceremonia, sin que ni siquiera me diera cuenta. Silvio Mattoni dijo el otro día en una presentación del libro que hubo en Córdoba, aludiendo a la dupla hija–madre que se arma, que una se acuerda de todos los versos de los otros poetas, mientras la otra parece que se va olvidando de todo. Acordarse de que “hay golpes” es traer a los otros poetas, su escansión, su dolor, mientras el olvido va empujando con el “yo no sé”. Entonces, tomar lo ajeno, plagiar al plagiario como dice Cucurto, es también tomar el eco de mi madre para hacer con eso mi propio cuaderno de la vieja, ella y yo, las dos envejeciendo atravesadas por una misma experiencia que toma la forma que ella me presta para trasmitirla. Hay que anotar en el cuaderno lo que los otros dijeron para que esa lengua se vuelva algo propio. Esa es también la experiencia de envejecer, la de repetir como Viejo Vizcacha lo que dijeron otros.
Tu poesía trabaja con nudos autobiográficos reconocibles (la muerte del padre, de la madre, del hermano menor, del exilio, de la familia judía) y sin embargo no es una poesía autobiográfica. Más bien una poesía que opera por objetivaciones imprevistas en las que el yo del poema no desaparece, pero tampoco monopoliza el tono personal. ¿Cómo se construye esa dialéctica entre el impersonal y lo personal?
–A la antología poética de toda mi obra que acaba de salir en Alemania le puse como título un verso que se repite en dos de mis libros: Perdidos en familia. Estar en familia, pero perdido, podría ser una buena definición para esos nudos autobiográficos que vos decís que aparecen en mis libros. Pienso que el título El ghetto ya alude, entre otras muchas cosas, a ese cerco de lo familiar que hay que saltar permanentemente para perderse pero que a la vez le pone límites a lo que escribo. Y la poesía parece surgir más de la extrañeza frente a lo familiar, más de lo que falta que de lo que hay. Me parece que la novela es un género más edípico, siempre rearma el cuentito familiar, aunque parezca que habla de cosas objetivas, asuntos importantes del mundo. En cambio la poesía, que siempre parece que habla de pavadas personales, las descoloca. Hay un verso de Lezama que, curiosamente, no me vino a la mente cuando escribía el libro pero que ahora sí me viene, es el que dice: “Deseoso es el que huye de su madre”. Es como decir que para dar testimonio sobre la madre, hay que poder abandonarla, alejarse. O también puede pasar que ella nos abandone antes. En El eco de mi madre ella se olvida de sus hijas y finalmente muere. Hay un corrimiento en el rol de madre, ella es la que abandona. La hija no hace más que dar cuenta de ese extrañamiento y a eso se lo podría llamar testimoniar, ¿no?
A ver a ver a ver repetía antes de morirse
como si algo le tapara la visión del otro camino
ése que ella ya tenía delante de las narices
pero que la dirección de su cuerpo aún se negaba a tomar.
A ver a ver a ver siguió insistiendo hasta el cansancio
mientras los que rodeábamos su cama queríamos ver también
si es que realmente algo visible,
un ángel o cualquier otra aparición,
metida de lleno en la asepsia de ese cuarto
podía darnos la clave médica de que algo estaba por pasar.
Después de que murió me sentí culpable
de haberla confrontado con sus fantasmas
a ver qué mamá a ver qué a ver qué.
Y aunque nada había para ver, eso es seguro,
ella encontró, parece, el objeto que buscaba
porque de un minuto para otro se quedó muda
mientras yo con la pregunta en la boca
me fui rumiando las razones de todos los asuntos del mundo
que en la cadencia insoportable de su repetición
no tienen, no tienen y no tienen
ninguna respuesta.
(Poema extraído de El eco de mi madre)
FUENTE: Radar.
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