jueves, 19 de noviembre de 2009
NOVEDADES: Un país. 30 años. El pañuelo sigue haciendo historia.
Un país. 30 años. El pañuelo sigue haciendo historia.
Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
Primera edición. Buenos Aires. 2006.
352 páginas.
Libro en muy buen estado.
Precio: 35 pesos.
El 24 de marzo de 2006 se han cumplido 30 años del golpe militar genocida más sanguinario que haya conocido nuestro país. Un sistema de terror planificado y aceitado para operar sobre los cuerpos y las conciencias de toda la sociedad argentina con el objetivo de exterminar a los sectores más avanzados de la clase obrera y de sus representaciones políticas, interrumpiendo de este modo brutal el proceso revolucionario que venía gestándose desde décadas anteriores con gran protagonismo de los trabajadores, la juventud y los estudiantes.
El espejo negro de esta situación de alto contenido transformador, que ponía en riesgo la tasa de ganancia de las clases dominantes, puede observarse en la composición social y política de los 30.000 desaparecidos, mayoritariamente, trabajadores, estudiantes y jóvenes, entregados a diversos modos de militancia política y solidaria.
En tanto un sector importante de la sociedad era sometido al exterminio directo de los secuestros, torturas y desapariciones, la proyección de esta política genocida apuntaba mucho más allá de la población organizada en partidos, agrupaciones, sindicatos, comunidades de base. La sociedad en su conjunto fue la pantalla gigante donde la represión proyectó sus formas siniestras, poniendo en juego diversos mecanismos de degradación humana, desde la inhibición por miedo hasta la participación activa en los engranajes sociales de legitimación del genocidio.
Parte de la grandeza del gesto ético de las Madres de Plaza de Mayo consiste en haberse conformado como movimiento de resistencia precisamente en este contexto político-social, es decir, no sólo enfrentando cara a cara a los asesinos en plena Plaza de Mayo, sino además, haciéndolo de pie frente a una sociedad domesticada por el terror, que tanto dio ejemplos de parálisis extrema como de alegre coro de los festejos organizados por el régimen dictatorial, como ocurriera durante el Mundial de Fútbol de 1978 y el Mundial Juvenil de Fútbol de 1979.
Cierto es que la resistencia de las Madres no fue la única ni la primera contra la dictadura, pero fue la que la desenmascaró en pleno espacio público, la que condujo a nuestro pueblo al descubrimiento de la verdad y a la necesidad de exigir justicia para tantos crímenes. Fue, además, la que los genocidas no pudieron desarticular, pese al terror aplicado con ferocidad también para con ellas.
Esa resistencia, puesta a germinar en esta sociedad tan comprometida con el genocidio, lleva casi treinta años y tiene en su haber muchos triunfos de la conciencia, la solidaridad, la penalización social de los verdugos y la reivindicación histórica, política, de los miles de hijas e hijos desaparecidos.
El hecho de que, desde hace unos años, la fecha del 24 de marzo sea recordada -bajo el signo del más firme repudio- por miles y miles de personas, muchas de ellas jóvenes que no vivieron el genocidio en forma directa, habla tanto de esa victoria paciente de aquellas mujeres llamadas “locas” en su momento (y no sólo por los asesinos), como de las transformaciones que la sociedad, que atravesó y fue atravesada por el terror, viene experimentado con lentitud de historia.
En ocasión del 30 aniversario del golpe militar, las producciones alusivas desde distintos ámbitos políticos–culturales del país, con la diversidad ideológica que esto supone, se han incrementado y seguirán haciéndolo a lo largo del año.
En este sentido, Ediciones Madres de Plaza de Mayo junto a la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo ha invitado a trabajadores, docentes, intelectuales, investigadores y artistas, pertenecientes a diversas áreas de la producción social y cultural, a reunir en un libro sus reflexiones acerca de cuáles han sido, a 30 años del genocidio de la última dictadura militar, las consecuencias que en cada sector se produjeron y continúan produciéndose, con la intención de reflejar, lo más ampliamente posible, el panorama de un pueblo que permanece luchando por su libertad desde la diversidad de actividades y pensamientos propios de nuestra cultura.
La Asociación Madres de Plaza de Mayo ha tenido una marcada diferenciación política e ideológica respecto de los organismos de derechos humanos, los partidos políticos, y organizaciones sociales. Ellas dicen que hacen política desde la cocina, tal vez sea ésa una de las formas más hermosas y revolucionarias de hacer política que hayamos conocido, logrando transformar el dolor en lucha y apostando a la educación de las generaciones futuras. Su claro proceder nos llama a diferenciarnos también ahora del discurso dominante que pretende hacernos creer que la dictadura es historia del “pasado”, acerca del cual es importante conocer qué ocurrió (casi siempre desde la postura que instaló la “democracia” del alfonsinismo y la CONADEP con la “teoría de los dos demonios”, pilar bochornoso del punto final y la obediencia debida), pero suponiéndolo un hecho concluido, del que no sufrimos consecuencias que alcanzan el presente y que seguirán condicionando nuestras relaciones sociales. Sentimos la necesidad de oponernos a la hegemonía de esa memoria, buscando promover una comprensión más profunda que la mera información, conducente a preguntarnos por la relación entre los hechos históricos vinculados al genocidio y la situación actual y futura.
Buscando poner en práctica el deseo colectivo de instalarnos como Universidad de debate, lucha y producción, ha sido nuestra intención desarrollar un camino propio, crítico, acerca de las motivaciones del golpe militar, su impacto en los distintos sectores sociales y las consecuencias políticas, sociales y culturales, que continúan atravesándonos.
He aquí el resultado de esta búsqueda colectiva y del común repudio al genocidio iniciado hace 30 años en nuestro país. Vivencias personales, avances de investigación, ensayos críticos, documentados y valientes, testimonios cálidos, polémicos, que muestran un abanico de miradas, a veces reñidas entre sí, nos convocan a preguntarnos acerca de nuestro propio lugar en esta historia, hayamos vivido o no el período dictatorial.
Treinta años refieren una distancia temporal y también una cierta continuidad, un lazo político que interrelaciona las personas, las generaciones, los proyectos y las acciones. Tal distancia y tal continuidad nos reclaman lúcido/as, sensibles, activo/as y en lucha contra lo que hay de lejana dictadura en nuestra dura y palpitante cotidianidad. por Madres de Plaza de Mayo.
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