domingo, 31 de octubre de 2010

Boliches de campo (Por Jorge Isaías)


El primero que recuerdo y que aparece nítido imbatible en la memoria es aquel que llamaban Boliche de la Legua, camino más allá del cementerio y que al estar a esa distancia exacta del pueblo, en un cruce de caminos se ganaba de por sí el apelativo.
De los otros, a los que sólo oí nombrar y que mi amigo Miguel Compañy trae sobre la mesa y los deja palpitantes como pececitos brillantes a gotas de un ámbar fiel, allá van: Santos Ferrara, Los prados, La Lata, Blanco, La viuda, Valvazón, Pendija, Copani, La Pellegrina, La Portada o Demarchi (que estuvo en los inicios, antes de que el mismísimo pueblo existiera), Tamborini, Raviola, Villa de mayo, o El dólar, que sigue estando en Colonia Hansen y que regentea su dueño y mi amigo. Estoy nombrando a Emir Egilio Menza, conocido popularmente como El Narigón, tan diligente y bueno como el pan recién horneado. Se me ocurre que estos boliches debieron ser la secuela de las antiguas pulperías que mojonaron la pampa en aquellos tiempos de caballadas atronadoras, ya fuera ranquel o de sufridos chinos patrios, especie de Martín Fierro, según eternizó Hernández.
Esas pulperías que según Sarmiento eran un oasis de sociabilidad en aquellas resolladuras del sol y los largas jornadas con peligros constantes y que había que ser muy baqueano para internarse entre esos pajonales machazos con la sola presencia de los ñandúes fugaces y el grito del chajá quebrando la noche de un solo y violentísimo tajo.
Estos boliches -los que yo conocí casi siempre de lejos, mejor dicho "vi" desde lo alto de un carro- eran seguramente más seguros y con unos parroquianos mucho más pacíficos, más proclives a jugar a las bochas que a las salvajes "visteadas" a cuchillo filoso.
Esos boliches estaban necesariamente lejos del pueblo y a veces a su costado se construía una escuela -hoy despobladas por el sistemático éxodo rural pero casi siempre tenían un galpón o una pista de mosaicos sufridos para los escasos bailes donde iban a sacudirse el polvo las juventudes chacareras de entonces. Estas pistas descubiertas se subsanaban con una buena carpa de lona o arpillera para cada ocasión y con algunos faroles que llamaban "sol de noche" producían la ilusoria sensación de un esplendor que sólo tendrían los salones del segundo imperio en el mediodía de Francia. Si bien estos boliches, es de suponer, abrirían todos los días para una copa casual o rutinaria tal vez de viandantes o de tamberos que eran los que tenían una actividad más regular -una vaca se ordeña dos veces al día, inexorablemente y ese trecho obliga a las cremerías de la zona y por ese trayecto siempre habrá "un" boliche a mano, o dos. Los boliches -como las pulperías en su momento eran un centro de información y una ocasión de hacer sociales.
Por lo tanto el día señalado era el domingo a la tarde, único hueco de la semana que se permitían a si mismos los sacrificados hombres rurales de entonces.
Se pasaban esas horas de ocio entre naipes, tabas, juego del sapo, o, ya en ocasiones mayores, una carrera de sortija o unas cuadreras como Dios manda.
Y a veces, a esto era ponerle un digno broche de oro: un baile donde nunca faltaba un acordeón a piano y un par de guitarras.
Si había a su alrededor alguna escuela como el caso de Colonia Hansen o el boliche La lata o Los Prados, la cosa se presentaba distinta. Había -allí sí una configuración de acontecimientos y sociabilidad diferente porque todo estaría investido de un carácter más formal ya que los actos escolares llevaban necesariamente un protocolo que aún en esos parajes solitarios y casi dejados de la mano de Dios, la persona que representaba al Ministerio de Educación, a la sazón maestras o maestros que fungían de directivos, amén de enseñar a leer y escribir, hacer cuentas y aprender algo de Historia y Geografía, si fuera posible, debía cumplirlo.
Como nunca asistí a un acto escolar en esas escuelitas rurales nada puedo agregar que no esté en la conjetura y la fabulación de mis lectores o yo.
Escapan en estos momentos los rostros de todos aquellos hombres y mujeres que poblaron la Colonia cercana a mi pueblo. Un gran vacío más hondo que todos estos años se interponen entre algún recuerdo, alguna anécdota sucedida en aquellos míticos boliches y yo. Si yo pensara en los obreros que transitaron mi pueblo y que hoy son sombra y olvido sería distinto. Pero tratándose de aquellos chacareros difusos prefiero hacer mutis, porque mi experiencia infantil con las zonas rurales era esporádica y acotada y sujeta a mi discreto rol de acompañante de mi padre, es decir sin ninguna iniciativa propia como por otro lado era mi vida y la de cualquier niño de entonces.
Y l lector se preguntará con razón ¿Y los boliches entonces? Ay, los boliches ni mis amigos ya no están. Han sido borrados de la faz de la tierra. Y es tan triste reconocer que es como si nunca hubieron existido.

FUENTE: Rosario 12.

Florencio Sánchez en las calles de Rosario


Estuvo apenas unos meses, en 1898, y poco más de un año, entre 1901 y 1902. En ese escaso tiempo libró combates a través de la prensa, tuvo un rol protagónico en conflictos obreros, produjo los primeros textos de su genial obra como dramaturgo y conoció la ciudad como pocos de sus contemporáneos. El paso de Florencio Sánchez fue inolvidable para Rosario, y el centenario de su muerte lo trae nuevamente a la memoria.
Sánchez llegó a Rosario en septiembre de 1898, contratado como secretario de redacción de La República, un diario que comenzó a publicarse ese mes como vocero de la Unión Cívica Radical, bajo la dirección de Lisandro de la Torre. Había nacido en Montevideo en 1875 y tenía ya cierta experiencia como periodista. Pero el prestigio no se correspondía con su situación económica: desembarcó en el puerto sin equipaje, apenas con lo puesto.
Rosario tenía 112 mil habitantes, pero según el escritor Mateo Booz en esa época la presencia de un forastero llamaba la atención. Ese fue el caso de Sánchez, "un transeúnte desgarbado, de espaldas estrechas y agobiadas, de tez terrosa y mandíbulas caídas", que vestía "pavita y sobretodo con vueltas de terciopelo", de acuerdo a la primera impresión de Booz.
Por entonces, en el Nuevo Politeama se presentaba la troupe del clown Frank Brown y en Santa Fe y Entre Ríos levantaba su carpa el circo de Pablo Raffetto, que ofrecía espectáculos acrobáticos y los dramas criollos de Eduardo Gutiérrez, previa autorización de los funcionarios municipales, ya que en Rosario estaban prohibidas las obras que ofendieran a las autoridades. La actividad literaria era insignificante: Sánchez iba a las tertulias que organizaban los hermanos Joaquín y Fermín Lejarza, en su casa de Córdoba entre San Martín y Maipú, "una especie de club literario al que acudían todos los escritores que llegaban a Rosario", según el historiador Juan Álvarez.
La República salía con ocho páginas en formato 59 x 41 cm. Pero esa primera etapa tuvo un final abrupto. Según Roberto Giusti, "cierto día, a raíz de un desorden en que tuvo parte, Sánchez se alejó súbitamente de Rosario, dejándole al director De la Torre una carta de despedida noble y punzante, sincera confesión de la impericia de su voluntad para corregirse". Lisandro de la Torre no le guardó rencor: Sánchez, dijo, "era un bohemio incapaz de someterse a cualquier disciplina de trabajo, pero que desarmaba siempre la severidad del director con un suelto feliz".
A mediados de 1901 Sánchez volvió a Rosario, para trabajar de nuevo en La República. El diario, con imprenta en Maipú 835, pertenecía entonces a Emilio Schiffner, un empresario alemán con ambiciones políticas (era vicepresidente del Concejo Deliberante) y a la vez, culturales (impulsó la construcción del actual Teatro El Círculo).
Se acercaban elecciones. Sánchez contribuyó a la campaña opositora con una columna que se llamaba "Desenvainen y metan. ¡Viva Freyre!", una burla a la voz con que el jefe político Octavio Grandoli ordenaba dispersar las movilizaciones. Booz recuerda que frente a La República —donde Sánchez lo hizo ingresar después de leer un cuento publicado en Caras y Caretas— se reunían grupos que respondían al oficialismo y amenazaban con empastelar a los periodistas.
El clima de violencia quedó patentizado en una cena que terminó muy mal. Schiffner estaba en un restaurante con Sánchez, el poeta Alberto Ghiraldo y el dramaturgo Enrique García Velloso, cuando se presentó un sicario que tenía el encargo de asesinar al dueño de La República. Pero Schiffner se adelantó y lo asesinó a balazos Sánchez quedó al frente de la redacción, y el diario acusó su impronta. "La República fue tomando un subido tinte rojo", dijo Roberto Giusti. Es que por entonces asistía a las reuniones anarquistas en la Casa del Pueblo (Santa Fe entre San Martín y Maipú). El movimiento obrero rosarino vivía un momento especial, el de la creación de sociedades gremiales.
Al mismo tiempo recorría los cafés del antiguo Mercado Central (San Martín entre San Luis y San Juan) y, cuando cerraba la edición del día, iba al Café El Numantino, propiedad de Ramón Fontenla, en la esquina de Córdoba y Laprida. Según Julio Imbert, uno de sus biógrafos, Sánchez conoció entonces a un adolescente al que llamaban Pulga, que voceaba la prensa en Sarmiento y San Lorenzo, esquina estratégica ya que allí estaban la Bolsa de Comercio y el Café Puerto. Pulga habría sido la inspiración de su obra Canillita; en cambio, Booz dice que el modelo fue otro vendedor, con el que el dramaturgo se ponía a conversar cuando iba a esperar la salida de los diarios a la imprenta, a la madrugada, después de la velada en El Numantino.

Arde Refinería En octubre de 1901 los obreros de la Refinería Argentina de Azúcar presentaron un pliego de condiciones donde pedían aumento de sueldos, reducción de la jornada laboral y mejores condiciones de salubridad. Las demandas fueron rechazadas por la empresa de Ernesto Tornquist y los trabajadores —"como 800", según el diario El Municipio— fueron a la huelga.
El episodio, dice la historiadora Agustina Prieto, inició "la época de las grandes huelgas" en Rosario. Los obreros formaron un comité y Florencio Sánchez hizo de secretario. El 20 de octubre un grupo policial dirigido por Octavio Grandoli detuvo a Rómulo Ovidi, anarquista; una multitud intentó evitar el procedimiento, por lo que la policía abrió fuego. Un trabajador, Cosme Budislavich, austríaco de 34 años, cayó muerto de un tiro en la nuca, en la calle Iriondo, junto a un galpón llamado El Atrevido. Fue la primera víctima obrera de la violencia policial en la Argentina.
El administrador de la Refinería, M. Hagemann, envió una carta a La Capital para "rectificar los datos publicados por La República". Hagemann dijo que "los obreros abandonaron su trabajo repentinamente, sin previo aviso, dejándonos con las calderas encendidas y los aparatos llenos de azúcares en movimiento". Aclaró que se había negado a escuchar a los delegados, por ser anarquistas, y se mostró escandalizado por los reclamos: "Pedían nada menos que la reducción del trabajo a 8 horas y a la vez un fuerte aumento de sueldo".
Como prueba de "la participación del elemento anarquista", Hagemann adjuntó a su carta y pidió la publicación de la proclama de los obreros. La posteridad le debe conocer el texto que había escrito Florencio Sánchez, dirigido "a los huelguistas, obreros y obreras de la Refinería" y en el que anunciaba que "la época de los carneros que se dejaban esquilmar ha desaparecido". Sánchez se dirigía tanto a los obreros —"cuando crean aplastarnos por el hambre, acordémonos de que el pan y la libertad no se piden: se toman"— como a los policías encargados de la represión —"acordaos de que sois hijos del pueblo".
La proclama, redactada con encendida retórica libertaria, iba de mano en mano. "Esta hoja —dijo Hagemann— produjo su efecto hasta sobre las mujeres que ocupamos para acondicionar el azúcar en pancitos, quienes desfilaron esa noche (el 20de octubre) en frente de nuestro establecimiento gritando «Viva la anarquía»".
En esos días llegaron a Rosario los dirigentes socialistas Juan B. Justo y Enrique Dickman, para seguir de cerca el conflicto. Sánchez les hizo de guía: "Nos llevó al puerto, a Refinería, a las barriadas obreras más pobres. Tuvimos en él a un cicerone maravilloso. Nos explicó todos los aspectos de la vida de la clase obrera rosarina y nos habló de sus proyectos literarios", dijo luego Dickman. El 24 de octubre la Plaza López fue escenario de un gran meeting, como se decía, en repudio al crimen de Budislavich, que reunió a siete mil personas. Hablaron, entre otros, Adrián Patroni y Virginia Bolten, y entre los convocantes hubo sociedades de nombres hoy curiosos: el grupo Las Proletarias, Estibadores revolucionarios. La venganza será terrible, La voz de la mujer y Náufragos de la vida.

El escándalo A principios de 1902 llegó a la ciudad Luigi Barzini, un periodista del Corriere della Sera que se habia hecho antipático entre la clase dirigente por las notas que enviaba a su país, donde cuestionaba la situación de los inmigrantes italianos en Argentina. Sánchez hizo otra vez de guía y se paseó con él durante el carnaval. Fue un gesto de desafío a la burguesía local, del que pronto daría una muestra más elaborada.
En junio de 1902 los redactores de La República se declararon en huelga. Sánchez era el jefe de redacción, pero se plegó a la protesta y fue despedido. Mientras tanto, en las cartas a Catalina Raventos, su novia, decía que había sentado cabeza: "Los que me han conocido bohemio incorregible se han quedado con la boca abierta ante mi constancia y mi tesón". Hacía planes para casarse e instalarse con su prometida en una casa que había visto por el Bulevar Santafesino.  Pasó entonces al diario La Época. Allí, dijo Mateo Booz, "disponíamos de palcos de favor en los tres teatros de la ciudad: el Olimpo, el Politeama y la Comedia. Y todas las noches me iba allí con Sánchez".
Fue entonces cuando Sánchez escribió La gente honesta, "sainete de costumbres rosarinas" en un acto y tres cuadros. Uno de los personajes, el Gringo Chifle, caricaturizaba a Schiffner; pero lo más irritante debió haber sido que el texto hacía alusiones burlonas al Parque Independencia —inaugurado en enero de ese año— y a la doble moral de la pequeña burguesía rosarina.
La compañía de zarzuelas de Enrique Gil y Félix Mesa aceptó representar La gente honesta en El Nuevo Politeama el 26 de junio de 1902. Como el argumento trascendió a través de la prensa, ese día se reunió gran cantidad de público para la función. Pero a último momento, por sugerencia de Schiffner, el intendente municipal prohibió la representación so pretexto de un nuevo reglamento para teatros y la policía impidió el acceso a la sala. Sánchez fue demorado y golpeado por la policía.
A partir de entonces, recordó Booz, "se nos perdía de vista días enteros, para resurgir en un lastimoso estado de indigencia". Sin embargo, seguía escribiendo y en septiembre le entregó a Santiago Devic, al que había conocido en la Casa del Pueblo, el manuscrito de Canillita. "Las escenas son reales, muchas de ellas ocurridas en presencia del mismo Florencio cuando entraba en los conventillos a charlar con sus moradores sobre la miseria y la necesidad de agremiarse", según Giusti.
El texto reformulaba una obra previa, Ladrones, y el 1º de octubre de 1902 la compañía de Enrique Lloret y María Iñiguez lo representó en el Teatro La Comedia. Canillita tuvo doce funciones a sala llena, y tras el suceso Sánchez pasó unos días en Colonia Aldao y en la estancia de Alejandro Maíz, de donde regresó con los personajes para una nueva obra, La Gringa.
Pero volvió a irse a Buenos Aires. En Italia, donde murió el 7 de noviembre de 1910, se reencontró con amigos rosarinos, como Pompeo Saibene y Santiago Devic, quien lo asistió en sus últimos momentos, quizá como un reconocimiento que excedía la amistad personal e involucraba a la ciudad en que había vivido algunos de los momentos más intensos de su vida.

FUENTE: Señales.

sábado, 30 de octubre de 2010

ENTREVISTA. Mano a mano con Tamara Kamenszain (por Enrique Foffani)


Empezó a escribir identificada en el grupo de los poetas neobarrocos de América latina. Y sin renegar de esa innovación estética, su obra se fue nutriendo de vertientes personales. La familia como un destino y un punto de reflexión ineludible, la vida de hogar, la salida a la calle y los barrios de la ciudad y el ensayo sobre otras poéticas constituyen los pilares de la obra de Tamara Kamenszain. El eco de mi madre, su último libro, viene a sumar una pieza breve pero dolorosamente íntima a su literatura.

Tamara Kamenszain es una de las voces más potentes de la poesía argentina. Acaba de aparecer su último libro, El eco de mi madre, un diario de vida de los últimos tiempos de la madre que la hija escribe o trata de “pasar en limpio” como testimonio poético de ese rito de pasaje que es toda muerte. Después de Solos y solas, de 2005, escrito con cierta inflexión romántica y mucha disposición para el juego, donde precisamente lo lírico convive con lo prosaico para intercambiarse como figuritas en ese apostar a la pareja y rehuir de la soledad, ahora se impone otro tono. Un tono acorde con la experiencia de sustracción del cuerpo a la que la poesía no sólo da cabida y refugio sino también presta voz y recuerdos. Lo sabemos: la muerte es siempre testimonio del otro y el desafío de Tamara Kamenszain consiste ahora en cómo pasar en limpio esa experiencia, cómo volverla letra viva y no solamente letra. La diferencia no puede ser más abismal: la letra viva no es la voz avalada por la metafísica sino la voz que primero se hunde en el anonadamiento que analfabetiza y después remonta ese mutismo hasta que “la letra de ella (de la madre) sale por nuestras bocas”. Este verso del libro reafirma lo que Kamenszain llamó la boca del testimonio: los poetas por la boca no mueren sino que nacen, porque por la boca dan testimonio de lo que, paradójicamente, es lo intestimoniable por antonomasia.

LUGAR COMUN: NEOBARROCO
Es un lugar común situar la poética de Tamara Kamenszain en el Neobarroco argentino junto a Néstor Perlongher, Arturo Carrera, Héctor Píccoli y, de un modo más excéntrico, a Osvaldo Lamborghini. Se trataba, a decir verdad, de una vertiente compartida a la vez con otros poetas latinoamericanos como Roberto Echavarren y José Kozer, y que tenían a Lezama Lima como faro. Este estallido del barroco a escala continental no significaba solamente el retorno de una estética de la tradición hispánica (pero ahora en el español de suelo americano) sino también la posibilidad de escapar a modelos rígidos, ya que el barroco en su despliegue infinito de “volutas voluptuosas” al decir de Perlongher, ofrecía también infinitas maneras del decir poético. Este mismo poeta apeló a la traducción y, desviando el Neobarroco del insularismo caribeño hacia la región rioplatense, lo rebautizó “Neobarroso” y de paso no sólo anclaba la poesía en la geografía de la lengua sino también la inscribía en el pliegue de la Historia. En su momento, Kamenszain analiza este cambio de denominación y pareciera que en esa descripción estuviera definiendo gran parte de su propia poética: “Operación neobarrosa, como la bautizó Perlongher ensuciándola de barrio, ese habitat mítico de la infancia que el tango define como hondo bajofondo donde el barro se subleva. Barrio, barro, piso movedizo para un baile”.
Hoy por hoy, el Neobarroso rioplatense parece volverse más un rótulo que restringe que un camino que abre paso. En ese sentido, Tamara Kamenszain es una poeta que está siempre al acecho de lo nuevo, no se deja capturar por la nostalgia, está dispuesta al cambio y dice que no es coleccionista, que no es acumuladora. Por eso ahora prefiere hablar de Neoborroso. “Estando en Ecuador, en un festival de poesía, hubo una mesa sobre el Neobarroco. Y me acordé de la vuelta que le dio Perlongher al término, que cambió por Neobarroso, donde ya pasaba a argentinizarse, no sólo haciendo referencia al barro, al barro del barroco, sino también al barro del barrio. Entonces ahí se me ocurre una vuelta más todavía: el Neoborroso. Un término para borrar el binarismo, que habíamos tratado de superar pero que finalmente se congela otra vez. Pasa siempre así, en todos los movimientos, donde forma y contenido, Florida y Boedo, lo culto y lo popular, se vuelven a cristalizar. En cambio, con el Neoborroso se trata de borrar lo ya cristalizado, ahora podemos pasar a otra cosa, es como una vuelta de página: lo que una vez fue útil, ahora ya no lo es más.”

YENDO DEL LIVING AL BAR
La suya es una poética que parte de la vida familiar y de los espacios que la constituyen, a través de un movimiento que va del interior de “la casa grande” con sus piezas y salas de estar, con su “vida de living”, al exterior de la calle, el barrio, los cafés, el tangobar, el mundo. El viaje y los desplazamientos en la geografía y en la historia se manifiestan en todos los sentidos, desde el más literal al metafórico. Ya el primer poemario, significativamente titulado De este lado del Mediterráneo (1973), inaugura la diáspora, el deseo de salir del ghetto de la historia. Es la migración que se hace inmigración y funda familias en el desierto argentino. Después vendrán: Los No (1977), La casa grande (1986), Vida de living (1991), Tango Bar (1998), El ghetto (2003), Solos y solas (2005) y ahora El eco de mi madre.

Hay en sus libros de poesía –y esto tampoco está ausente en sus libros de crítica– una obsesión topológica que puede considerarse una auténtica familia de espacios, que diagrama el paisaje de su poesía: la vida de barrio de la infancia, la historia de la inmigración judía, el lenguaje melanco del tango argentino, el barroco de corte y confección donde el sujeto femenino no es sólo reproducción sino también producción y sustento de la prole. Un paisaje familiar sí, pero también desfamiliar porque si bien, por un lado, recurre a la genealogía para traer a la memoria los antepasados, por el otro deja paso a la violencia de los años ’70, la vida del exilio signado por el estar afuera y también hay una serie de alusiones a otros episodios de barbarie de la historia contemporánea. Es en el exilio, en México, donde escribe su primer libro de crítica, El texto silencioso (1983), al cual sucederán otros tres: La edad de la poesía (1996), Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (2000) y el último, de 2006, La boca del testimonio. Lo que dice la poesía.

Es evidente la labor sostenida de escritura que, durante casi cuatro décadas, lleva adelante Kamenszain alrededor de la poesía: como poeta y como crítica. Y no menos evidente son los vasos comunicantes entre ambas.
¿Qué tipo de relaciones se producen efectivamente ente una y otra?
–Si lo pusiéramos en términos psicoanalíticos, diría una alternancia obsesiva donde siempre viene una y después la otra y después la otra, pero no empieza siempre una. En el origen no hay nada, como que empezaron juntas, alternándose. Siempre me acuerdo de una cosa que decía Octavio Paz: cuando estoy haciendo crítica, estoy descansando de la poesía y viceversa. Una me inspira para la otra, pero no causalmente, sí de una manera en espiral. Ambas son premonitorias: cuando aparece una, ya está diciendo algo que a lo mejor voy a trabajar en la otra y la otra está diciendo algo que voy a trabajar en ésta. Pero esto sólo lo intuyo y lo siento. Evidentemente hay un ida y vuelta, pero cómo se produce la verdad es que no lo sé.
El eco de mi madre es el último libro y, como tal, engloba a los anteriores, en el sentido de que sigue escribiendo –narrando, será mejor decir– una saga poética de inflexión autobiográfica que tiene la rara virtud de no devenir jamás una lírica confesional. Lo autobiográfico es una escansión, un acento, un modo de acompañar y, si bien es cierto que está presente en los poemas, hilvanados a los lazos de familia de la casa grande al ghetto, Kamenszain se las ha ingeniado siempre (y cabe decir que el ingenio aquí es tan sentimental como intelectual) para no quedar atrapada en una lírica de la efusión o el desborde sin retorno. Lo inteligible de su poesía es la manera no sólo de compensar el histórico menoscabo de la mujer por parte de la sociedad sino también de fomentar distancias críticas en el seno mismo de la familia como institución. Su poesía es una descripción atenta y sutil de lo que vivir en familia ha significado en la historia occidental. “Perdidos en familia” es un verso–clave de su estética, que va a explicar más adelante y es el título además de la antología de toda su poesía, que acaba de ser traducida al alemán por Petra Strien en la editorial suiza Teamart.

Quizás lo más certero que pueda decirse de esta mujer de mirada luminosa, que sonríe y asiente con la cabeza cada vez que la frase del otro resuena en su interior para volverse una evidencia constatable y compartible, es que sabe escuchar y que esa potencia, como lo demuestra con creces en su último libro, es la magia que su poesía ofrece como don al otro. Escuchar es el testimonio más real del otro, más real y más amoroso al mismo tiempo, aunque en El eco de mi madre se torne una experiencia de despojamiento, donde la vejez sitúa al sujeto “en los confines del cuerpo”, como escribe Franco Rella. En otra oportunidad definió las relaciones entre el amor y la lengua en términos deudores quizá de la lectura de la poesía de Paul Celan: “La poesía es empujar la lengua hasta el campo del otro; es un impulso por salirse del ghetto autobiográfico”. El desafío de El eco de mi madre consiste, entre otras experiencias, en ésta: cómo escuchar lo que dice el otro cuando el Alzheimer lo vuelve más otro que nunca.

¿De qué experiencia creés que habla el libro, cómo lo presentarías? ¿El libro habla de algo que terminó?
–No sé bien de qué habla el libro, pero no creo que sea de algo que terminó, si a lo que te referís es a la enfermedad y posterior muerte de mi madre. Más bien habría que decir que la cosa recién empieza, en el sentido de que es la visión actual o actualizada de ese acontecimiento lo que se juega en el libro. Con esto quiero decir que la poesía es un género que siempre pone a rodar una manera nueva, una versión nueva de un suceso, trayéndolo al presente. No se trataría entonces de una evocación nostalgiosa de la figura de la madre, sino de traer al presente restos, ecos, y de exhibirlos obscenamente, al desnudo. Aquí hay una muerte, pero también hay un eco de esa muerte que pide ser escuchado hacia adelante.

En tu libro de crítica La boca del testimonio, el concepto de testimonio se funda en la idea de una falta. Encuentro ciertas vinculaciones de El eco de mi madre con esa noción de “testimonio”.
–Efectivamente, dar testimonio en poesía sería decir algo acerca de lo que justamente nada se puede decir, en este caso la muerte, la madre, el Alzheimer. Se trataría de buscar una especie de idioma espiritista para comunicarse con los muertos, de aprender a escuchar el eco, de ponerle memoria a la amnesia, en fin, un verdadero disparate, pero eso es la poesía, un disparate y ahí radica su posibilidad de testimoniar, no esquivándole el bulto a lo que parece indecible, a lo que parece “impresentable”, porque justamente la poesía no tiene vergüenza y lo presenta, lo trae, como te decía antes, obscenamente, al desnudo. Claro que creyéndose que uno realmente logró decir lo que quería, nada se hace presente, nada se escucha. Ahí empieza a aturdirnos el ruido de los temas, temas que supuestamente serían más poéticos que otros, en este caso podría ser el tema de la madre con mayúscula, tan caro a la alta poesía mistificadora para la que “madre hay una sola”.
En cuanto a “este dar testimonio de la poesía” podríamos decir que El ghetto está bajo la impronta de un poeta como Paul Celan, mientras que con El eco de mi madre parece ser Vallejo.

–Me imagino que lo decís por el epígrafe del libro, “Hay golpes en la vida tan fuertes... yo no sé”, el famoso verso de César Vallejo. Sí, ese saber tan contundente sobre el dolor y al mismo tiempo ese no saber nada de nada, típico del Alzheimer, se me armó como un eco de la enfermedad y la muerte de mi madre. Enrique Pezzoni nos decía siempre que ese verso condensaba el fenómeno poético: por un lado lo más impersonal con el “hay golpes”, y por otro lo más personal con el “yo no sé”. Pero que lo verdaderamente poético estaba en los puntos suspensivos, en la suspensión del sentido. Y a mí en este libro, empujada por el verso de Vallejo, se me impuso un ritmo de repeticiones. Yo no sé... yo no sé... yo no sé... me iban insistiendo ecos de voces dentro de la mamushka. Es esa onda sonora que se produce cuando ya no se sabe quién habla, y es justamente ahí donde la transmisión es exitosa, da en el blanco. Son repeticiones que duelen, golpes fuertes de la vida. En fin, ahora, a posteriori, me dan ganas de decir, cuando me preguntan por este libro, “y yo qué sé”. Como que uno escribe y no sabe lo que hace y después trata de inventar algún verso alrededor de eso.

Pero en tu libro hay cosas bastantes claras. Porque también se vuelve fundamental la lectura de otros poetas que hablan de esa experiencia del envejecer como el Cuaderno del viejo de Ungaretti, El pabellón del vacío de Lezama Lima, la lírica de Olga Orozco y de Alejandra Pizarnik. ¿Qué te dice la lengua de los otros poetas?

¿Confirman tu propia experiencia o muestran en verdad algo distinto de ella?
–La relación con los otros poetas es la verdadera sesión de espiritismo. No los busqué en lo más mínimo, no hubo citas cultas ni intertextualidades ni nada de eso. Vinieron a la página como parte de la ceremonia, sin que ni siquiera me diera cuenta. Silvio Mattoni dijo el otro día en una presentación del libro que hubo en Córdoba, aludiendo a la dupla hija–madre que se arma, que una se acuerda de todos los versos de los otros poetas, mientras la otra parece que se va olvidando de todo. Acordarse de que “hay golpes” es traer a los otros poetas, su escansión, su dolor, mientras el olvido va empujando con el “yo no sé”. Entonces, tomar lo ajeno, plagiar al plagiario como dice Cucurto, es también tomar el eco de mi madre para hacer con eso mi propio cuaderno de la vieja, ella y yo, las dos envejeciendo atravesadas por una misma experiencia que toma la forma que ella me presta para trasmitirla. Hay que anotar en el cuaderno lo que los otros dijeron para que esa lengua se vuelva algo propio. Esa es también la experiencia de envejecer, la de repetir como Viejo Vizcacha lo que dijeron otros.

Tu poesía trabaja con nudos autobiográficos reconocibles (la muerte del padre, de la madre, del hermano menor, del exilio, de la familia judía) y sin embargo no es una poesía autobiográfica. Más bien una poesía que opera por objetivaciones imprevistas en las que el yo del poema no desaparece, pero tampoco monopoliza el tono personal. ¿Cómo se construye esa dialéctica entre el impersonal y lo personal?
–A la antología poética de toda mi obra que acaba de salir en Alemania le puse como título un verso que se repite en dos de mis libros: Perdidos en familia. Estar en familia, pero perdido, podría ser una buena definición para esos nudos autobiográficos que vos decís que aparecen en mis libros. Pienso que el título El ghetto ya alude, entre otras muchas cosas, a ese cerco de lo familiar que hay que saltar permanentemente para perderse pero que a la vez le pone límites a lo que escribo. Y la poesía parece surgir más de la extrañeza frente a lo familiar, más de lo que falta que de lo que hay. Me parece que la novela es un género más edípico, siempre rearma el cuentito familiar, aunque parezca que habla de cosas objetivas, asuntos importantes del mundo. En cambio la poesía, que siempre parece que habla de pavadas personales, las descoloca. Hay un verso de Lezama que, curiosamente, no me vino a la mente cuando escribía el libro pero que ahora sí me viene, es el que dice: “Deseoso es el que huye de su madre”. Es como decir que para dar testimonio sobre la madre, hay que poder abandonarla, alejarse. O también puede pasar que ella nos abandone antes. En El eco de mi madre ella se olvida de sus hijas y finalmente muere. Hay un corrimiento en el rol de madre, ella es la que abandona. La hija no hace más que dar cuenta de ese extrañamiento y a eso se lo podría llamar testimoniar, ¿no?

A ver a ver a ver repetía antes de morirse
como si algo le tapara la visión del otro camino
ése que ella ya tenía delante de las narices
pero que la dirección de su cuerpo aún se negaba a tomar.
A ver a ver a ver siguió insistiendo hasta el cansancio
mientras los que rodeábamos su cama queríamos ver también
si es que realmente algo visible,
un ángel o cualquier otra aparición,
metida de lleno en la asepsia de ese cuarto
podía darnos la clave médica de que algo estaba por pasar.
Después de que murió me sentí culpable
de haberla confrontado con sus fantasmas
a ver qué mamá a ver qué a ver qué.
Y aunque nada había para ver, eso es seguro,
ella encontró, parece, el objeto que buscaba
porque de un minuto para otro se quedó muda
mientras yo con la pregunta en la boca
me fui rumiando las razones de todos los asuntos del mundo
que en la cadencia insoportable de su repetición
no tienen, no tienen y no tienen
ninguna respuesta.
(Poema extraído de El eco de mi madre)

FUENTE: Radar.

viernes, 29 de octubre de 2010

Seguí en vivo el Encuentro Internacional de Literaturas Americanas

Primer Encuentro Internacional de Literaturas Americanas en Rosario.
Transmisión en vivo: http://www.ccpe.org.ar/

LOS LECTORES SE HACEN CON LIBROS (por Ema Wolf )


Me parece simplificador hablar de "productos globalizados". Suena a etiqueta preventiva: contiene aditivos, manténgalo alejado de los niños. No todo lo globalizado es malo. Ni lo artesanal es necesariamente bueno. Es llamativa la desconfianza con que se mira a Harry Potter, por ejemplo, cuando es mejor que mucho de lo que leíamos -recortado, adaptado, mal traducido- en la venerada colección Robin Hood. A veces nos olvidamos de la chatarra no globalizada que consumíamos de chicos, que sin embargo no impidió que nos convirtiéramos, con tiempo y oportunidad, en receptores más exigentes.
El gran tema es, como en todas las cosas, poder discernir. Y poder discernir sin prejuicios. El espacio se lo van a proporcionar la educación escolar y el entorno. Con las limitaciones que ambos tienen, sabiendo que quien rodea al chico está condicionado a su vez por su propia educación. Si la familia consume Tinelli, ¿por qué preocuparse si sus hijos consumen Barbie?
Yo no le prohibiría nada a un chico, ni lo tendría en una jaulita alimentado a Borges. Trataría de abrirle todos los espacios posibles pero le enseñaría a acercarse críticamente a ellos, discutirlos, involucrarse en el valor de lo que recibe. Entonces vuelvo la mirada hacia la educación, por donde todos pasan: hay que reforzarla, hacerla más apta. Mi generación fue testigo y víctima del deterioro que se inició en el 66, más todo lo que nos pasó luego, que nos dejó mancados (ojo: no marcados), muy indefensos. Si no es la educación, no veo qué otra cosa puede romper ese vicioso ida y vuelta. No importa tanto, en definitiva, qué ponen delante de uno sino cómo podés pararte frente a eso, cuál es tu margen para discriminar.
Cuando escucho "los chicos leen menos que antes", nunca sé a qué "antes" se refieren: si a doscientos años atrás o cincuenta. Que los chicos dedican menos tiempo a los libros que cuando los libros eran el único vehículo cultural es obvio. No sé por qué genera tanta ansiedad que adopten otros consumos: están allí, en la sociedad que les ofrecimos cuando llegaron al mundo.
Decir "ya no leen" es otra cosa. Es suponer no sólo que no leen libros sino que tampoco frecuentan otras formas de lectura en otros soportes igualmente válidos. Yo creo que los chicos están interesados en leer, incluso libros, si los dejan, es decir, si les brindan las condiciones. Hacer una autocrítica de estas condiciones demandaría muchas páginas; señalo una sola que, insólitamente, pasa casi inadvertida: la provisión de libros al alcance de los chicos es raquítica. Y los lectores se hacen con libros, no tanto con simposios de promoción de la lectura. Últimamente se han comprado muchos libros para las escuelas, pero aun así creo que estamos tratando de promover la lectura con un 10% de los que hacen falta.

FUENTE: Cultura La Nación.

miércoles, 27 de octubre de 2010

MAñANA COMIENZA EL PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL LITERATURAS AMERICANAS (Por Silvina Friera)


Del encuentro que se realizará en el Centro Cultural Parque España, en Rosario, participarán Noé Jitrik, César Aira, Alan Pauls, Luis Chitarroni, Aníbal Jarkowski, Alberto Fuguet, Fabrizio Mejía, Ignacio Echevarría y Sergio Ramírez, entre otros.

“Si hay cielos y climas propicios a la imaginación, como los de Grecia e Italia, deben contarse entre ellos los del Nuevo Mundo.” Así comenzaba el crítico argentino Juan María Gutiérrez la famosa América poética (1846), antología de la poesía hispanoamericana considerada como el primer proyecto literario de emancipación americanista. En el crepúsculo del siglo XIX, Rubén Darío resumió lo que significó el modernismo por estos pagos: “Tuvimos que ser políglotas y cosmopolitas, y de todos los pueblos nos viene la luz”. Desde las sombras de este relato, se podría objetar que algunas culturas se esmeraron más que otras en construir sus tradiciones, hibridando lo europeo con las cosmogonías, mitos y rituales de sus fértiles raíces indígenas. Muchos cielos y climas –el Modernismo, las vanguardias poéticas de los años ’20 del siglo pasado, los narradores del boom de fines de los ’60– galvanizaron las ansias de autonomía y libertad. Las literaturas nacionales –chilena, cubana, argentina, uruguaya, mexicana, colombiana y peruana, entre otras–, se articularon al compás de la necesidad de diferenciarse entre sí. En sus osamentas textuales conservan la aprehensión y rechazo hacia la literatura española. No se requiere escarbar muy lejos ni muy hondo para dar con esta tensión constitutiva. En 1988, Octavio Paz planteó, con ánimo de polemizar, que la falta de tradición crítica en estas tierras se debía a que en el orbe hispánico las luces habían brillado por su ausencia.
El Bicentenario resulta una excusa propicia para reflexionar sobre la constitución de las literaturas nacionales en América y su proyección hacia el siglo XXI, justamente en momentos en que otra vez, “la madre patria”, a través de su imponente y tentadora industria editorial y sus grandes premios, parece actuar como un contradictorio imperio en el que los nuevos escritores americanos quieren ser reconocidos y al que, simultáneamente, fantasean con conquistar. El ámbito para debatir estas cuestiones será el Primer Encuentro Internacional Literaturas Americanas: 200 Años Después de la Emancipación Política, que arranca mañana en el Centro Cultural Parque España, en Rosario, y que contará con la participación de Noé Jitrik, César Aira, Alan Pauls, Luis Chitarroni y Aníbal Jarkowski; el chileno Alberto Fuguet, el mexicano Fabrizio Mejía, el español Ignacio Echevarría y el nicaragüense Sergio Ramírez, entre otros escritores y críticos del continente.

Deseos renovados
“El americanismo ligado a la promesa de América como lugar de realización de ciertas utopías tuvo momentos fuertes en el siglo pasado, especialmente desde la Reforma Universitaria de 1918, y encontró una inflexión poderosa en los años posteriores a la Revolución Cubana, en los que, contra toda la evidencia que brindaban las situaciones reales en muchos países, se confiaba en que América latina sería, en un futuro que parecía estar al alcance de la mano, la tierra prometida de una sociedad más justa”, repasa María Teresa Gramuglio, quien inaugurará este Primer Encuentro, organizado por el Programa Bicentenario de la Municipalidad de Rosario y el Centro Cultural Parque España/Aecid. “Me temo que el título de mi conferencia, ‘Los deseos renovados del americanismo’, pueda generar expectativas de esa dimensión. No es así: me refiero al estricto campo de los estudios literarios, para destacar el abandono de las grandes aspiraciones totalizadoras y el trabajo riguroso con procedimientos comparatistas sobre interrelaciones literarias entre diversos países latinoamericanos. Salir del ensimismamiento habitual del estudio de literaturas nacionales encerradas dentro de sus fronteras para proyectarlas sobre el espacio más amplio de otras literaturas, incluidas las europea y estadounidense, sería un modo de realizar eso que llamo deseos renovados del americanismo, algo a lo que muchos de nosotros no estamos dispuestos a renunciar”, aclara la investigadora y docente de la Universidad Nacional de Rosario, autora de numerosos trabajos sobre Leopoldo Lugones, Manuel Gálvez, Juan L. Ortiz y Juan José Saer, entre otros.
–Sarmiento, Echeverría y Alberdi se plantearon cómo escribir en castellano sin ser español. Esta tensión que se prolonga de un modo diferente a doscientos años de la emancipación política, ¿en qué cuestiones, zonas o planteos la percibe como mayor intensidad?
–A doscientos años de la emancipación política, el castellano sigue siendo la lengua en que se escribe la corriente central de las literaturas latinoamericanas. Pero, ¿qué castellano? Ya no es el mismo: ha pasado por todas las transformaciones que el uso introduce en las lenguas. Ha pasado, además, por la máquina de las traducciones, que por otra parte muestra a las claras, sobre todo cuando provienen de Barcelona, la diversidad del castellano en la misma España. Las tensiones hoy son otras; algunas internas, debido a la vitalidad de lenguas y dialectos autóctonos; o externas, como la hibridación del castellano de los migrantes latinoamericanos en países extranjeros. Aun con tantas diferencias, retornan las embestidas al uso del castellano en América, sea proclamando la necesidad de expulsarlo para escribir poesía, sea imaginando una especie de complot (la pasión por las visiones conspirativas es inextinguible) entre editoriales, empresas e instituciones españolas, con apoyo de las universidades estadounidenses, para apropiarse de la lengua castellana en una operación cultural equivalente a las de las políticas imperiales de apropiación de los recursos naturales. Sin embargo, se sabe que, desde el romanticismo, todas las innovaciones de la literatura latinoamericana –el modernismo, las vanguardias, la novela latinoamericana del boom–, se escribieron en castellano. Sería más acertado recordar que todo gran escritor inventa un lenguaje dentro de su propia lengua: eso hicieron tanto James Joyce o Stéphane Mallarmé como Rubén Darío, César Vallejo u Oliverio Girondo. No la expulsa, la reinventa. La del complot me parece una visión muy unilateral, que no contempla el reverso innegable de esas supuestas expropiaciones: la apropiación del castellano que hacemos los latinoamericanos, hasta el punto de convertirlo en un signo de identidad transnacional que revierte sus usos e innovaciones sobre el castellano peninsular. A causa de este trabajo ya dos veces secular, el castellano es hoy una de las grandes lenguas contemporáneas, hablada, leída y entendida, con todas sus variantes, por millones de personas en más de dos continentes.

Contactos rioplatenses
Menudo problema plantea el asunto de la literatura rioplatense y sus textos clásicos. Especialmente si se tiene en cuenta una de las provocaciones de Fogwill, quien solía proclamar que la literatura argentina se debería extender 250 kilómetros más allá de la costa para llegar hasta Montevideo, porque tenían que entrar Mario Levrero y Felisberto Hernández. El escritor uruguayo Pablo Casacuberta, invitado a la II edición del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba), criticaba las “buenas intenciones” del escritor argentino. “Con todo respeto, no veo por qué Levrero tiene que integrar la literatura argentina”, cuestionaba Casacuberta. “Yo no preciso convencerme de que Borges era un poco uruguayo para apreciar su relevancia. Lo valoro simplemente por ser Borges. La literatura argentina es enorme, riquísima, llena de proyección universal. No necesita que se le agreguen 250 kilómetros en ninguna dirección, por más nobles que sean los motivos propuestos para ese ensanchamiento. Levrero no era un entusiasta de los sentimientos nacionales y solía decir que detrás del énfasis excesivo en la identidad solían esconderse todo tipo de monstruos ideológicos.”
La uruguaya Hortensia Campanella, directora del Centro Cultural de España en Montevideo y responsable de la edición de las Obras completas de Juan Carlos Onetti, recoge el guante. “No soy partidaria de los nacionalismos extremos ni en la literatura ni en ningún otro campo. Todos conocemos bien las boutades de Fogwill, llenas de afecto hacia lo uruguayo, por otra parte. Pero comparto con Casacuberta que la riqueza de las literaturas nacionales no necesita de ‘extensiones’. Borges pertenece a la literatura argentina aunque sea universalmente admirado, le gustara mucho visitar Montevideo y esté enterrado en Suiza. Onetti y Felisberto pertenecen a la literatura uruguaya aunque ambos hayan trabajado en la Argentina en distintos momentos de sus vidas. ¿Vamos a considerar a Onetti español porque vivió veinte años en Madrid, fue publicado, premiado y homenajeado por los españoles, e incluso se haya contagiado al final de su vida por cierto vocabulario madrileño? Indudablemente que hay zonas de contacto entre las culturas de la Argentina y Uruguay, y eso no debe suscitar malestar, sino aceptarse como un enriquecimiento mutuo.”
Campanella no anda con chiquitas a la hora de polemizar. “Aunque acabo de reconocer zonas de contacto, no hablo de literatura rioplatense”, corrige esta amable dama. “Hay zonas de contacto en la literatura urbana; pero no encuentro relaciones entre la obra de Héctor Tizón y la de Rafael Courtoisie, por ejemplo.” El crítico Nicolás Rosa dijo en una conferencia que aquello que se nombra como literatura argentina o literatura uruguaya no era otra cosa que la literatura rioplatense o de las dos orillas del Río de la Plata. Si entonces la afirmación provocó malestar, más allá de un territorio común de temas o tonos, de ciertas inflexiones compartidas, la nomenclatura “literatura rioplatense” continúa clavando, más o menos soterradamente, su aguijón de incomodidad. ¿Cómo dialogan las generaciones sucesivas de escritores uruguayos y argentinos con esta suerte de “santísima trinidad” conformada por Borges, Arlt y Onetti? “Luego de cierta ola de mimesis por parte de las nuevas generaciones, creo que hoy en día se los lee y admira como clásicos que son”, sintetiza Campanella.

¿Somos incapaces?
Lenguas en conflicto –lenguas y dialectos de la literatura americana– será otro de los ejes del debate. El jesuita y antropólogo español Bartomeu Melià cuenta que gracias a una publicación reciente de Unicef y Aecid, Atlas sociolingüístico de pueblos indígenas en América Latina (2009), se puede tener un panorama bastante exacto y detallado de las lenguas y su situación actual. “Hay 522 pueblos-naciones indígenas en nuestros 21 países. Se usan y hablan 420 lenguas indígenas; sólo en Brasil son habladas hoy 218 lenguas originarias, en México 67, en la Argentina 30, en Paraguay 20. El quechua se habla en 6 países andinos. La población indígena en Bolivia alcanza el 62 por ciento del total”, recuerda el especialista las principales cifras de ese panorama. “Es cierto que la casi totalidad de Estados latinoamericanos desconoce la realidad de sus propios países y sus políticas siguen siendo una amalgama de ignorancia y desprecio al respecto”. Autor de numerosos estudios de etnohistoria guaraní y etnolingüística –resultado de sus trabajos de campo en los pueblos guaraníes del Paraguay, Brasil y Bolivia–, Melià cree que los pueblos indígenas poco pueden esperar del Estado. “Pero se están fortaleciendo muchos de ellos al apreciar su lengua, hablarla, robustecerla mediante el registro de sus propias tradiciones y enseñanza en sus escuelas, que dicho sea, han sido y son todavía la mayor amenaza a las cultura de esos pueblos”, advierte el autor de Elogio de la lengua guaraní. “Muchos países de América latina que no sobresalimos por nuestro interés en aprender otra lengua, exigimos de los indígenas que sean bilingües o incluso abandonen su lengua. Ahí está uno de los mayores conflictos”, anticipa el antropólogo.
En este presente en que se pondera un capitalismo globalizado con algunas lenguas estandarizadas como mascarón de proa comunicacional, ¿cómo se multiplica conciencias sobre la importancia que tienen las lenguas más débiles o frágiles? “No hay lenguas débiles ni frágiles; hay, sí, pueblos indígenas a quienes se les ha despojado de sus territorios, se les han deforestado sus selvas y enajenado sus recursos naturales”, responde Melià. “Aun así, no conozco un pueblo indígena que no esté abierto a aprender otra lengua para relacionarse con los demás; no se oponen al bilingüismo, y muchos son trilingües y cuatrilingües; pero se pueden contar con los dedos de una mano los ‘nacionales’ que aprenden una lengua indígena. ¿Somos incapaces?” El formidable interrogante que arroja el antropólogo español es un cross a la mandíbula de unos cuantos políglotas que no tienen en la punta de sus lenguas ni un par de palabras en guaraní, quechua o aymara. “En muchos aspectos el sistema de un Estado plurinacional y plurilingüe ha venido para quedarse definitivamente”, confirma Melià sobre la experiencia que promueve Evo Morales en Bolivia. “Queda la rémora de siglos de opresión ideológica que ha querido desconocer la realidad lingüística. Es cierto que hay problemas, porque falta práctica en el desarrollo del nuevo plan; hay exageraciones, por lo que oigo, y reivindicaciones tal vez apresuradas. El establecimiento de autonomías socioculturales y políticas parece una salida. El camino está abierto. La conquista colonial sólo es consumada cuando se ha conquistado la lengua; por eso muchos pueblos indígenas inician su política y su lucha por el mantenimiento y desarrollo de su lengua. No todos, por desgracia.”

FUENTE: Página 12.

martes, 26 de octubre de 2010

Premio Vivalectura 2011: con el objeto de estimular, fomentar y rendir homenaje a las experiencias destacadas en materia de promoción de la lectura


Premio Vivalectura 2011
El premio fue instaurado con el objeto de estimular, fomentar y rendir homenaje a las experiencias más destacadas en materia de promoción de la lectura. La convocatoria permanecerá abierta hasta el 31 de diciembre de 2010.
La inscripción es gratuita y puede realizarse vía internet desde el sitio del premio, la OEI o mediante el envío postal de una carta certificada con acuse de recibo dirigida a:
Premio VIVALECTURA 2010
Av. L. N. Alem 720
Ciudad de Buenos Aires (C1001AAP)
Se trata de una iniciativa inédita emprendida por el Ministerio de Educación de la Nación y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). El Premio cuenta además con la cooperación de la Fundación Santillana.
Se premiarán proyectos en las siguientes categorías:
-"Escuelas de gestión estatal y de gestión privada": abarca experiencias realizadas en las escuelas, sean éstas representativas de toda la escuela, de un aula, de una serie de aulas o de la biblioteca escolar y cuyos responsables sean profesores, directores, bibliotecarios o coordinadores.
-"Sociedad: Institutos de formación docente de gestión estatal y privada, universidades/facultades, profesionales vinculados a ONG u organizaciones civiles con o sin fines de lucro, y bibliotecas": abarca experiencias formales o informales en el área de la lectura realizadas por institutos de formación docente de gestión estatal y de gestión privada, universidades/facultades, profesionales vinculados a ONG u organizaciones civiles con o sin fines de lucro, y bibliotecas. Abarca también experiencias desarrolladas en las bibliotecas de acceso público, presentadas por sus responsables (coordinadores y voluntarios).
En esta categoría habrá una Mención de Honor destinada a los proyectos de promoción de la lectura llevados a cabo por Empresas. Abarca programas y proyectos de apoyo, promoción y patrocinio de las actividades de lectura por parte de empresas públicas o privadas. Aquel proyecto que se destaque por su alcance, permanencia confirmada y alta relevancia será honrado con esta distinción.
-"Lectura entre docentes“: incluye todas aquellas propuestas de promoción de la lectura destinadas a maestros y/o profesores y generadas por los equipos de conducción, los bibliotecarios o el propio grupo docente de las instituciones educativas. Podrán ser presentadas por escuelas de todos los niveles y modalidades, de gestión pública y de gestión privada.
La Comisión Evaluadora tendrá en cuenta la creatividad y el dinamismo de la acción realizada, la pertinencia de dicha acción para la comunidad destinataria y la calidad y dimensión de los resultados alcanzados, entre otros criterios.
Los ganadores de cada categoría recibirán un premio de $ 20.000. Los participantes, sean personas físicas o jurídicas, podrán presentar sólo un trabajo por categoría.
Para solicitar mayor información enviar un correo electrónico a: info@premiovivalectura.org.ar

El peor libro de la historia es mejor que la película (por Carolina Aguirre)

Desde hace años que escucho que el cine va a matar el teatro, la televisión a la radio, Internet a los diarios, y ellos, todos juntos, a los libros. Pobres libros, condenados a perecer a manos de la espectacularidad del cine y el poder hipnótico de la caja boba. Sin embargo, si analizamos un poco la dinámica entre el cine (el supuesto asesino) y la literatura (su víctima), al menos a primera vista pareciera que es al revés. El libro les está dando tremenda paliza a todos.
De todas las adaptaciones que se han hecho a partir de un libro original para cine, por ejemplo, lo único que se escucha es que "el libro es mucho mejor". La película es buena, sí, pero el libro es mejor. La serie es horrible: arruinaron el libro. ¿Leíste el libro? Puf, es otra cosa, nada que ver con esa obra. Contra los pronósticos apocalípticos de periodistas y empresarios, salvo alguna excepción, la gente se proclama de forma unánime: el cine rara vez supera a la obra que le dio vida.
Prueba de ello es que hasta el Código Da Vinci -quizás el peor libro de la historia- es mejor que la película. Era casi imposible que la obra de Dan Brown fuera mejor que algo, y sin embargo, que exista ese film malogrado y torpe es la prueba de la supremacía del deforme manuscrito del autor.
Yo quisiera saber, entonces, en dónde están estas famosas películas que van a matar a los libros ¿Cuándo vienen con el puñal en la mano? Porque el El pasado de Héctor Babenco vino, se fue, y no le dejó ni una cicatriz a El pasado de Alan Pauls. Está ahí intacto, soberbio, superior en el anaquel de todas las librerías mientras que de la película ya nadie se acuerda.
Incluso las buenas adaptaciones como El vengador del futuro, Blade Runner, El señor de los anillos, o Cuenta conmigo no han logrado, no han querido, ni han podido hacer olvidable la obra de Philip K.Dick o de Stephen King, que siguen cosechando fanáticos y lectores alrededor del mundo.
¿Entonces? ¿Quién va a matar al libro? ¿Dónde están esas adaptaciones que, como amantes inolvidables, van a robarle el marido a la esposa anterior? ¿Será que el libro tiene una cualidad única, una originalidad intransferible imposible de replicar? ¿Que un cineasta, un dramaturgo, un autor de TV no tienen la misma sensibilidad que un escritor? Yo no creo.
Puedo nombrar así, apurada, al menos diez películas iguales de buenas que los libros. ¡O mejores! Tiburón , por ejemplo. El talentoso Mr. Ripley. Secreto en la montaña. La naranja mecánica. El Padrino. Apocalypse now. Sueños de libertad. Los puentes de Madison County. Lo que el viento se llevó. Rebecca, o cualquier adaptación de Hitchcock, que adoraba versionar libros malos.
Que el libro es mejor, más que una defensa o una prueba, es un caballito de batalla, una fórmula agotada para mostrar que quien la dice, además de la película ha leído la obra original. Y aunque muchas veces es cierta, también suele ser un atajo hacia la cultura express, un disfraz de intelectualoide para reuniones de amigos. ¡Prefiere el libro antes que la tele! ¡Qué culto, qué sensible, qué sofisticado es este muchacho!
Pero tenemos que ser sinceros. Al menos una vez. Al libro no lo está matando el cine. Ni Internet. Ni el teatro. Ni la televisión. Ni los e-books. Ni siquiera la piratería. Al libro lo está matando la gente que proclama que el libro es mejor cuando nunca leyó el libro. Los que se amparan en esa perogrullada, en ese paraguas enorme cobija-charlatanes, en esa frase hecha incuestionable que en el fondo, no dice nada. Así que ya basta con la muerte del libro, que al libro el mundo audiovisual no le ha hecho nada. Son ellos, los que acuñan esa frase idiota, los que están haciendo el trabajo sucio. Ahora mismo, sin ir más lejos, quizás haya uno aquí, agazapado y listo para reenviarle esta columna a un amigo cuando ni siquiera la terminó de leer.

FUENTE: La Nación.

lunes, 25 de octubre de 2010

Eduardo Galeano, de visita en Tucumán

El destacado escritor uruguayo disertará el martes 26 de octubre a las 19hs en el Teatro Alberdi de San Miguel de Tucumán (Crisóstomo Álvarez 899). Además, firmará ejemplares en el local de la librería "El Griego" (Muñecas 287), el jueves 28 de octubre a las 18hs.

PRESENTACION. "Una profecía del pasado. Lugones y la invención del linaje de Hércules".


El libro será presentado mañana martes 26, a las 19 hs, en El Ateneo Grand Splendid, Avenida Santa Fe 1680, Ciudad de Buenos Aires.
El evento contará con la presentación del autor, Edgardo Dobry, y María Teresa Gramuglio.
La entrada es libre y gratuita.

Una cita en la ciudad de los escritores


El año del Bicentenario todavía tiene algo importante para dar en Rosario. Entre el próximo jueves 28 y el sábado 30 de octubre el Centro Cultural Parque de España será sede de Literaturas americanas. 200 años después de la emancipación política, un encuentro internacional que contará con la participación de destacados escritores argentinos —como César Aira, Alan Pauls, Martín Caparrós y Aníbal Jarkowski— y extranjeros —el nicaragüense Sergio Ramírez, el chileno Alberto Fuguet y el mexicano Fabrizio Mejía, entre otros. Los organizadores apuestan a que el evento aporte perspectivas e ideas para una reflexión sobre el pasado y el futuro de las literaturas nacionales en América, “cuando, otra vez, España —a través de su imponente industria editorial, sus grandes premios, sus periódicos— parece actuar como un contradictorio imperio en el que los nuevos escritores americanos quieren ser reconocidos y al que, simultáneamente, quieren conquistar”, según el texto de la convocatoria.
La apertura del encuentro será el jueves 28, a las 18.30, con una conferencia de María Teresa Gramuglio, “Los deseos renovados del americanismo”. El viernes y sábado los escritores invitados participarán en una serie de paneles y el sábado a las 19 Sergio Ramírez dictará la conferencia de clausura, “En el rincón de un quicio oscuro” (ver aparte). Todas las sesiones se realizarán en el Teatro Príncipe de Asturias.
“El encuentro es una idea original del intendente, Miguel Lifschitz. Fue él quien nos llamó, hace casi dos años, y nos propuso hacer, en el marco de las celebraciones del Bicentenario, un congreso de literatura”, dice Martín Prieto, director del Centro Cultural Parque de España y a la vez de Literaturas americanas.
“Los objetivos políticos del Encuentro están vinculados con la idea de reafirmar a la ciudad de Rosario como una ciudad de escritores, una ciudad de libros, sobre todo a partir de la visibilidad que tuvo esa relación en el Congreso Internacional de la Lengua, en 2004, que en realidad masificó o espectacularizó en muchos sentidos un símbolo que de manera no diré soterrada, pero sin dudas menos evidente y menos popular, viene construyéndose desde hace muchísimos años”, dice Prieto.
Hitos en esa historia, apuntados por el director del Parque de España: “la ciudad de los grandes poetas de los 40 —Aldana, Fruttero, Peirano, Bertolé— reeditados todos por la Editorial Municipal en los últimos años, la ciudad de el lagrimal trifurca y la cachimba, la ciudad-escenario de muchas de las ficciones de Saer, la ciudad de Fontanarrosa, la ciudad de los grandes críticos literarios surgidos de la Escuela de Letras —eso que ahora se llama la “escuela rosarina”, muchos de cuyos integrantes participarán de este encuentro—, la ciudad de Beatriz Viterbo, o de Homo Sapiens —una emoción localista ver a ambas en la última Feria de Frankfurt, en plena acción”.

La historia en cuestión
Las sesiones de los paneles comenzarán el viernes 29, a las 9.30. María Teresa Gramuglio, Julio Ramos (Puerto Rico/EEUU) y Harold Alvarado Tenorio (Colombia) debatirán sobre “De la emancipación política a la emancipación cultural. Los romanticismos americanos”, con Graciela Batticuore como moderadora. A partir de las 11.30, los argentinos Noé Jitrik, César Aira y Sandra Contreras pondrán en discusión “Las literaturas nacionales y sus textos fundadores”.
Los objetivos específicos del encuentro, apunta Martín Prieto, “tuvieron menos en cuenta la espectacularidad de los grandes nombres, digamos así, los nombres-marca, que son más propios de los festivales de literatura, para centrarnos en aquellos escritores e investigadores que pudiesen ayudarnos a pensar eso que presenta el título del encuentro: cómo se han ido dando, desde la emancipación política de 1810-1811, las consolidaciones de las distintas literaturas nacionales americanas, cómo se han relacionado entre ellas —con qué grado de autonomía y con qué grado de porosidad— y cómo ha ido cambiando la relación con la vieja metrópolis, con España”.
En ese marco, dos paneles prometen en particular abordar aspectos polémicos. “Lenguas en conflicto. Las lenguas y dialectos de la literatura americana” pondrá en escena el sábado 30 a las 11 a tres destacados especialistas, como el antropólogo Bartomeu Meliá (Paraguay/ España), el poeta Alan Mills (Guatemala) y el ensayista Luis Cárcamo-Huechante (Chile/España). Y el mismo día, a las 17, tres notables críticos literarios —Ignacio Echeverría (España) y Luis Chitarroni y Nora Catelli (Argentina)— abordarán el tema “España, centro de legitimación de las literaturas americanas. Editoriales, periódicos, grandes premios”.
“Cuando Rubén Darío publica Azul —sigue Martín Prieto—, el vínculo parece definitivamente quebrado, al punto de que la pretensión imperial, unos años después, de mostrar a Madrid como «meridiano intelectual de Hispanoamérica» es directamente tomada a risa por Borges, Mastronardi y todos los martinfierristas. Nos parece que España ahora, a través de los grandes premios, los diarios, las editoriales, está volviéndose otra vez una manifiesta metrópolis, no despreciada en absoluto por los escritores americanos: diría más bien, ambicionada. Eso es algo que renueva la discusión”.
En el programa del encuentro, “hemos intentado historiar las distintas etapas de esa relación: la particularidad de la crónica, como género fundador del continente; las distintas lenguas de la literatura americana; las primeras manifestaciones emancipadoras, durante el Romanticismo; los textos fundadores de las grandes literaturas nacionales; los textos clásicos de la literatura rioplatense; los vínculos entre las distintas literaturas nacionales americanas y, finalmente, el renovado papel de España como centro legitimador de las literaturas americanas”.

Debajo del agua
Estarán en discusión, entonces, los textos clásicos y los textos fundadores de las literatura americanas, pero ese recorte habla, en primer lugar, del presente literario del continente. “Yo creo que son los textos contemporáneos los que le otorgan a los clásicos y fundadores esa condición —dice Prieto—. No hay textos clásicos en abstracto. Si hoy consideramos, por ejemplo, a Onetti, a Arlt y a Borges como textos clásicos de la literatura rioplatense es, como diría Ezra Pound, por esa «irreprimible lozanía» que aun tienen, como si hubiesen sido escritos hoy mismo, pero esa lozanía está directamente relacionada con el estado actual de la prosa rioplatense: los grandes escritores contemporáneos son los que miden la vigencia de los clásicos”.
Literaturas americanas promete aportar pensamiento y discusión, algo todavía pendiente en las celebraciones y actividades del Bicentenario. “A los críticos —dice Prieto— nos toca mirar debajo del agua. He visto, por ejemplo, un número de la Revista de Critica Literaria Latinoamericana, editado por nuestro invitado Luis Carcamo-Huechante y Alvaro Fernández Bravo, sobre los Bicentenarios en América Latina, que está en sintonía con algunos de los asuntos de nuestro encuentro, así como un ciclo de conferencias que se realizó el año pasado en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires, o algunos de los programas de historia que se transmitieron por Canal Encuentro, o aun la exposición sobre arte argentino que se colgó en Berlín, a propósito de la Feria de Frankfurt —con algunas obras del Museo Castagnino—, o un programa sobre el Bicentenario en Santa Fe que están produciendo Canal Encuentro y Señal Santa Fe, que me parece que también apuntan más a la reflexión y al debate que a la pompa".

FUENTE: La Capital.

200 años de literatura nacional

Los grandes de la literatura llegan a Rosario! Este jueves comienza el Primer Encuentro Internacional de Literaturas Americanas. Inscribite para participar!
Literaturas Americanas
www.ccpe.org.ar

PRESENTACION DEL LIBRO "El bombo de Perón, Central y la Argentina". HOY, 19 hs, Rosario.


Hoy, a partir de las 19 y 30hs, se presentará en la Librería Ross el libro que cuenta la hisotria de Carlos "El Tula" Pascual, titulado "El bombo de Perón, Central y la Argentina".
El evento estará co-presentado por el Colorado Vázquez, Aldo Poy y Ángel Baltuzzi y contará con la presencia del personaje principal "El Tula".
Junto a ellos, estará su autor: Roberto García Lerena como principal orador y presentador.
El horario será a las 19 horas en Peatonal Córdoba 1347 con entrada libre y gratuita.

domingo, 24 de octubre de 2010

Leer y pertenecer, con más libros

Leer y pertenecer, con más libros
Relatos de Augusto Roa Bastos (1917-2005) y poemas de José Pedroni (1899-1968) integran los dos nuevos títulos de la colección Leer y pertenecer, que acaba de publicar Editorial Fundación Ross, en ediciones preparadas por Nora Bouvet y Ana Rambaldo.
Cuentos de Augusto Roa Bastos ofrece una recopilación de diez relatos del gran escritor paraguayo, seleccionados por Bouvet, con comentarios y actividades para el aula de Ana Bugiolacchio. El volumen incluye fotografías y la bibliografía del escritor, con lecturas sugeridas para el análisis de su obra.
Así, el libro presenta cuentos de El trueno entre las hojas (1953), El baldío (1960), Los pies sobre el agua (1967) y Moriencia (1969). "Los relatos seleccionados permitirán a los estudiantes disfrutar de un castellano refinado, culto y novedoso, que sostiene historias que se tensan entre un principio y un final prodigiosamente hilados y los acercarán a la historia y la cultura de la región que por lo general quedan excluidas de la curricula", dice Bouvet en el prólogo.
José Pedroni: poeta de la pampa gringa ofrece una antología del poeta nacido en Gálvez, con propuestas de trabajo para los talleres y el aula elaboradas por Beatriz Rambaldo. El libro está ordenado en cinco capítulos que recorren la obra y la vida de Pedroni e incluyen fotografías, correspondencia y una bibliografía.
"¿En qué sirve como modelo José Pedroni en una sociedad que no ofrece modelos a los jóvenes? —se pregunta Rambaldo— En que fue un hombre común, que supo tener claridad en sus valores y vivir de acuerdo a ellos. Los docentes encontrarán en su obra la posibilidad de partir del mundo de la infancia y de los avatares de la juventud para rescatar finalmente el pensamiento de un hombre que creyó en su semejante, en sus luchas y coincidió con él en la búsqueda de un mundo nuevo".

FUENTE: Señales.

AGENDA. Obras de Jorge Isaías.

Mañana, a las 19.30, en el Centro Cultural La Nave, San Lorenzo 1383, Jorge Isaías presentará el primer tomo de su Poesía reunida, que aparece publicado por Editorial Ciudad Gótica. El volumen comprende los textos editados por Isaías en libros propios, antologías y revistas en el período 1970-1976. Graciela Cariello y Sergio Gioacchini comentarán la obra.

sábado, 23 de octubre de 2010

EVENTOS. Horacio Vertbiszky presenta su libro en Rosario.


Hoy, 19 horas, en Centro Cultural Ross. Córdoba 1347.

viernes, 22 de octubre de 2010

PRESENTACION DE LA REVISTA CRISIS


Martes 26 de octubre, 19 y 30 horas, en el Centro Cultural Ross.

NORAH BORGES, HERMANA DEL ESCRITOR, LUEGO DE VEINTE AÑOS DE REHUIRLE AL PERIODISMO (por Luciano Savoretti)


Paraguay al mil doscien­tos, noveno “C”; una suave penumbra envuelve el ambiente.
Un perfume a jazmines y malvones, parece despren­derse de cada rincón de la casa, de cada objeto. En el silenció, se oye un rumor que viene de otro tiempo; de un entreveró, cuando “se en­frentaron con coraje en me­nesteres de cuchillo el Norte y el Sur”.
Se adivina el “arrabal, ro­sado de tapias, relampa­gueado de acero”. “El Palermo, desganado… el de los huecos hondos, donde se aquerenciaba el cielo…”
Es el mismo lejano perfu­me que se siente impregna­do, en ésa irremediable so­ledad del hombre, el mismo rumor que se escucha en esa tristeza infinita del sexto piso de la calle Maipú. Son los mismos espíritus que rondan las mismas quintas y jardines que poblaron el pa­sado;
“Fue cuando volvimos de Europa que mi hermano y yo, redescubrimos Buenos Aires. A Jorge Luis lo sorprendieron su gente, sus calles; a mí me impresionaron sus casas, las quintas, los llamadores, los patios. El ha sacado de ahí sus mejores poemas y yo, todos mis cua­dros.”
Norah Borges se parece mucho a su hermano aun­que sea distinta; la piel rosa­da, el gesto humilde, una distinción sin alardes. La misma educación angloesmerada, preocupación del padre, una sensibilidad a flor de piel, heredada de la madre. Quizás lo único, en verdad, que los diferencia abismalmente, sea la confe­sión de Norah: “yo he sido inmensamente feliz”.
“Nació en 1901 en Palermo, a tres cuadras del Botá­nico, en la calle Serrano, en una casa con jardines, que ya no existe.
“Jorge Luis no, él nació en un viejo edificio de la calle Tucumán. Creo que me su­frió desde siempre; soportó al nacer que lo vistieran de rosa, porque me esperaban a mi.”

LA ARTISTA

La visión de la vida en Norah, exaltada poética­mente en sus cuadros, es clara y transparente, extraña y sugestiva; es la visión de unos ojos cerrados para la fealdad y la tristeza, sus colo­res son, por eso, claros y limpios, sin sombras, sin cla­roscuros. Revive en cada obra los lugares de su nos­talgia y su recuerdo.
“Me gustaba jugar a las muñecas, me costó dejarlas. Tuve una Infancia muy pro­longada; no quería salir dé la infancia. Me acuerdo que tuvimos con Jorge Luis una institutriz inglesa hasta los diez años; venía todos los días, nos enseñaba todo, pero en inglés. No me gusta­ba el inglés. A mi hermano sí. Después fui dos años al Lenguas Vivas, porque mi padre era allí profesor de Psi­cología en inglés; él era abo­gado y además profesor en ese colegio. El mismo me llevaba, quedaba en la calle Esmeralda… y no me acuer­do qué otra. Creo que toda­vía está el edificio. Después viajamos a Europa, los cua­tro, mamá, papá, Jorge Luís y yo y las abuelas, en esa época, estaban las dos”.
“Desde chica me deslum­braban los colores. Primero estudié Arte y Decoración en el Colegio de Bellas Artes de Ginebra. Europa estaba lle­na de chicas con las mismas inquietudes y muchos varo­nes, pero estudiábamos se­parados, no estábamos mezclados.

—¿Contaba con el apoyo de los suyos?

—Sí, porque a todos les gustaba el arte. Aprendí a amar la pintura en los libros que tenía mi padre. A los ocho años me fascinaban esas reproducciones de los pre-Rafaelistas ingleses, un grupo muy refinado; de Dan­te Gabriel Rosseti. Viví mu­chos años en Ginebra, en Lugano, Suiza, comencé a dibujar y aprendí a hacer grabado en madera. Cuando cumplí 17 años nos traslada­mos a Mallorca y ese paisaje maravilloso me impulsó a pintar sin escuela, con todo el bagaje de conocimientos que había acumulado. Yo ha­bía aprendido figuras con un gran profesor, un escultor que supo aconsejarme “en determinado momento de la vida se hace necesario por un instante, dejar de incor­porar y comenzar a sacar todo lo que uno tiene aden­tro. Es el momento en que las academias están de más”.

—Dejar al artista en liber­tad…

—Sí, son momentos es­peciales en que la sabiduría limita. Ser artista, me parece que es un don de Dios. Es algo que uno tiene que agra­decer a Dios. El no sólo poder plasmar las cosas, sino en ser capaz de captarlas. No ver con Indiferencia. Trato de no ver con indife­rencia, sobre todo las caras.

— ¿Algún antepasado suyo ya se había dedicado a la pintura?

—No, ninguno. Mi padre siempre recitaba a los clási­cos que tanto han Influido en la literatura de Jorge Luis y que en mí encontraron su forma de expresión en la pintura.

LA MUJER

—¿Dónde conoció a Gui­llermo de Torre, su marido?

—En España, en 1920. Era un jovencito de 19 años lleno de Inquietudes. A pesar de su Juventud ya había escrito algunos libros. Frecuentaba escritores, amaba el arte. Después mi familia decidió regresar y comenzamos a escribirnos. A los tres años volvimos a Europa y nos vi­mos nuevamente. Nos en­contramos en París… fue todo tan romántico… Luego otra separación. Yo. comen­cé a odiar el mar. Nos escribimos tres años más, hasta que él terminó su carrera de Derecho; también había cursado la carrera diplomática. Se habla hecho muy amigo de Jorge Luís; vino a buscarme, nos casamos y nos fui­mos a vivir a Madrid. Viaja­mos mucho, recorrimos de nuevo toda Europa. El fue el primero que puso en mis manos las reproducciones de Picasso, de Juan Gris. Era amigo de todos ellos, de Apolinaire. Escribió muchos libros de arte y de literatura.

—¿Es difícil para usted, que ve desde una óptica tanto particular la belleza, la vida, encontrar gente con quien tenga afinidad, para com­partir esos sentimientos?

—No, no es difícil para mí. Yo siento como si Dios me hubiese dado todo. Mis pa­dres, mi marido, mis dos hijos, mis seis nietos, mis amigos, mi hermano… todos son maravillosos.

—En cambio con su her­mano, la vida parece haber sido en ese aspecto, menos generosa… aunque también alguna vez se casó…

—Sí, pero ni me quiero acordar de eso, fue un de­sastre. El tampoco quiere recordarlo; ella no lo com­prendía. se separaron ense­guida.

—A propósito de su her­mano, él nos contó que gra­cias a usted y su madre pudo escribir gran parte de sus obras, porque como siempre vio tan poco, tenía que recurrir a ustedes dos para poder describir objetos y ambientaciones, obligán­dolas a reparar en las apa­riencias externas de las cosas, que dice que a toda la familia le importaba muy poco.

—Eso le ocurre particular­mente a él, a mino. Para mí lo principal es lo que me entra por los ojos. Ahí está quizá el secreto de la gran­diosidad de su obra. El todo lo absorbe, y en su interior lo enriquece y es un universo distinto el que vuelca. SI me quitaran la vista, perdería todo mi mundo. A él nunca le interesó la realidad, siempre vivió en una esfera superior.

—¿Usted no?
—No, creo que el mundo de la literatura y la poesía es superior a todos los mundos y más aún el de la música, porque en ella se encierra todo.

—Esa distancia de la rea­lidad, que a veces la defor­ma, en su hermano se com­prende, por ser casi ciego (si es que la realidad se ve solamente con los ojos), pero usted parece estar em­peñada en no querer ver la realidad.

—¿Cuál es la realidad? No sé cuál es la realidad. Para mí la realidad son las formas, las que pinto. Yo puedo vivir soñando… ¡clarol si pude vivir casi siete años soñando con Guillermo, sin importarme nada de lo que se movía a mi alrededor; sólo las cartas que Iban y venían, las cartas nuestras. Yo puedo hacerme un mun­do de sueños. Puedo imaginarme lo que voy a pintar o lo que quiero que me suceda.

—¿Usted cree en el más allá?
—Sí, creo en la resurrec­ción. SI Cristo resucita, no­sotros también resucitare­mos. Estoy segura. Ahora mismo, a doce años de su muerte, pienso que voy a encontrarme con Guillermo en algún lado\ Yo siento que está cerca mío. Son sensa­ciones extrañas, hermosas esperanzas que suele men­cionar mi hermano en sus cuentos y en las que a veces dice que no cree.

FUENTE: Luciano Savoretti.

jueves, 21 de octubre de 2010

MIRADAS. Allá lejos y hace poco, el primer libro de ficción de Daniel Mundo


Jóvenes tardíos, miembros de una generación sensible y también excesivamente reflexiva, protagonizan los cuentos del primer libro de ficción de Daniel Mundo.
¿Cuál es la materia que conforma lo literario? En qué medida o momento una vivencia, una reflexión, una impresión de época se vuelve relato? ¿Es la narrativa una puesta en acto de un discurso tan imaginario, más irreal que lo real? Algunos de estos interrogantes surgen de los cuentos que Daniel Mundo ofrece en su primer libro que se presenta como de ficción. En primer lugar, porque se trata de un autor que viene del ensayo académico, de la teoría social. Sin embargo, ese rasgo no debería importar si no fuera que los personajes, las situaciones que construye Mundo se ubican en esa zona intermedia entre la autorreflexión de la escritura como reposo o como deriva desafiante, por un lado, y un marco de referencia donde la universidad, las vicisitudes laborales y personales del docente aparecen, por el otro. La novedad es que estos narradores, estos personajes, estos espacios literarios, connotan una frescura e hilaridad infrecuentes en narradores que intentan la novela universitaria, la novela del escritor o el intelectual que se piensan y se escriben. Y el acierto, largamente logrado, es que Mundo urde en toda la línea un soporte literario que puede tocar la reflexión intelectual sin abusar, y solo cuando un personaje lo pide.
Sin llegar a una versión porteña de David Lodge, hay en Mundo aspectos que rozan la indiscreción y que rompen con la rutina o la aparente sobriedad de una enunciación seria, autocontrolada. Aparecen pinceladas de antihéroes a la Martín Rejtman, acaso con un aire de intelectual más refinado, pero sobre todo está la vocación por narrar la crisis de hombres y mujeres de treinta y pico, que aun cerca de los cuarenta, la vida contemporánea los ha alojado en situaciones que parecen tener un retraso de diez años. Digámoslo mejor: es más común hoy en día que los hijos lleguen después de los treinta, que la gente trasponga los cuarenta con niños en la falda; que los replanteos vocacionales retornen furiosamente tras una aparente seguridad que una profesión, un trabajo, pueden ayudar a sostener, y que nada tenga un orden estable o ascendente ni la madurez sea la superación concatenada de peldaño alguno, sino, tal vez, la capacidad mínima de desplazarse entre pequeños capítulos contiguos de una vida incierta. Hay una gran pregunta de fondo en casi todos los relatos, y es sobre la infancia y la juventud que se fueron, que ya no están ni volverán, aunque valga la pena recuperarlas en instantes, en acontecimientos inesperados, quizás en la forma de hablar, de desear. En “Acontecimientos”, el primer cuento del volumen, el narrador dice: “No me acuerdo bien por qué, pero me acuerdo, sí, que un día me encontré sentado repensando sobre un papel todo lo que había hecho hasta ese momento. Terminé, obviamente, recordando lo que no había hecho, lo que tendría que haber hecho y no hice”. De los otros relatos de Mundo se destacan el que da título al libro, “Conocía bien la otra historia” y el simple y a la vez enigmático “Ni siquiera me dijo adiós cuando se fue”. La playa en verano, el colegio y la adolescencia, las primeras citas, los amigos, papá y mamá, la abuela, las enfermedades que pican cerca, los lugares comunes de vidas comunes, todos tópicos que van y vienen, dejando la impresión de que al cabo de unas cuantas páginas uno se encuentra con una atmósfera novelesca, donde la relación entre cada texto se entreteje progresivamente.

FUENTE: Gabriel D. Lerman

miércoles, 20 de octubre de 2010

EVENTOS. Tertulia literaria en El Berretín de Lee Debord, Venado Tuerto.


El jueves 21 de octubre a las 17 horas, se presentará el taller literario GUAU!, perteneciente al área artística de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros, coordinado por Hernán Camoletto. El objetivo de este encuentro es, además de propiciar la difusión de las producciones de los talleristas que nos visitarán, generar un intercambio mediante la lectura de escritores o productores literarios locales.
Los esperamos a todos; tanto a quienes quieran escuchar y presenciar las lecturas y, por supuesto, a todos aquellos que quieran compartir sus producciones.
LUgar: El Berretín de Lee Debord
Juana Azurduy (ex Roca) y Saavedra
Venado Tuerto, Argentina.

Literatura latinoamericana: mejores escritores de la historia (Vilma García)


Entre las fuentes inspiradoras de la literatura de la región, destacan la riqueza del mestizaje, el paisaje cambiante y la explosiva turbulencia social y política, de una cultura que lucha por encontrar su propio camino
Julio Cortázar, excéntrico desde la piel hasta la pluma
La conquista y el impactante proceso de fusión cultural y étnica sin precedentes ni paralelismos en el mundo, han hecho de Latinoamérica, una tierra prolija en obras de todos los géneros de la literatura, De esta amalgama de ideas, ha surgido un importante grupo de plumas privilegiadas, y sus muy particulares visiones del mundo.

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 28 de marzo de 1936)
Premio Nobel de Literatura 2010
Desde joven se inclinó por las letras y el derecho, cursando ambas carreras en la Universidad Mayor San Marcos de Lima. Luego obtuvo un doctorado en Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid, y comenzó un periplo que lo mantuvo entre Perú y varias ciudades de Europa. Sus obras gozan de fama mundial y han sido traducidas a 31 idiomas.
A lo largo de su trayectoria, Vargas Llosa ha recibido también los premios Príncipe de Asturias, a las Letras, Cervantes, el Premio Nacional de Novela de Perú, Crítica Española, Biblioteca Breve y Rómulo Gallegos.
Estos son algunos de sus valiosos aportes a la literatura contemporánea:
•La ciudad y los perros, novela (1963)
•La casa verde, novela (1966)
•Pantaleón y las visitadoras, novela (1973)
•La tía Julia y el escribidor, novela (1977)
•Kathie y el hipopótamo, teatro (1983)
•La fiesta del Chivo, novela (2000)

Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 6 de marzo de 1928)
Premio Nobel de Literatura 1982
En 1947, se matriculó en la Universidad Nacional de Cartagena para estudiar Derecho, pero el contacto con los medios impresos, lo ganó al periodismo, que comenzó a ejercer desde muy joven en medios locales. Por entonces viajó a México, Francia, Italia y España, mantuvo contacto con los intelectuales de la época y se desempeñó como columnista del periódico El Nacional de Barranquillas. En 1955 publicó su primer libro La Hojarasca, y de allí en adelante, continuó su fructífera carrera literaria, reconocida mundialmente.
Actualmente se prepara para la publicación este 29 de octubre, de su próximo libro Yo no vengo a decir un discurso, que recoge un grupo de textos de lectura pública. Estas son algunas de sus obras más conocidas:
•La hojarasca (1955)
•El coronel no tiene quien le escriba (1961)
•Cien años de soledad (1967)
•El otoño del patriarca (1975)
•Crónica de una muerte anunciada (1981)
•El amor en tiempo del cólera (1985)
•El general en su laberinto (1989)
•Memorias de mis putas tristes (2004)
Julio Florencio Cortázar (Bélgica, 26 de agosto de 1914 – París, 1984)
Su escritura se caracterizó por innovar y experimentar al punto de constituir un sólido cuestionamiento a la razón y a los convencionalismos. Cortázar se identificó con los pueblos marginados, y apoyó a la izquierda latinoamericana dedicando parte de su trabajo a Chile y a Nicaragua. Una pequeña selección de su obra son los siguientes títulos:
•La otra orilla, cuentos (1945)
•Bestiario, cuentos (1951)
•Historias de Cronopios y famas (1962)
•Manual de Instrucciones (1962)
•Rayuela (1963)
•Antología (1975)
•Alguien anda por ahí(1977)
•Un tal Lucas (1979)
•Argentina, años de alambradas culturales (1984)
•Salvo el crepúsculo (1984)

Jorge Francisco Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986)
Con su obra, este escritor argentino trasciende toda clasificación posible y es considerado uno de los más grandes literatos del siglo XX. A los 55 años pierde la vista, pero continúa trabajando incansablemente y afirmando su postura política, razón por la cual, se especula, nunca se le otorgó el Premio Nobel de Literatura, a pesar de haber sido galardonado por las universidades, gobiernos e instituciones más prestigiosos del mundo.
Borges ganó la preferencia de grupos tan disímiles como filósofos, mitológicos, matemáticos, eruditos y lectores comunes, pues a través de sus escritos, del lenguaje perfecto, el universalismo presente en sus obras, la innegable originalidad y desbordante imaginación, unidas a la belleza, expresó como ninguno, la mente universal a través de la lengua española empleada en toda su dimensión. Imposible en este espacio reseñar su vasta producción literaria así como los reconocimientos recibidos a lo largo de su carrera literaria. Se mencionan sin embargo, algunos de los más brillantes títulos publicados:
•Inquisiciones (1925)
•El tamaño de mi esperanza (1926)
•Discusión (1932)
•Historia de la eternidad (1936)
•Antología personal (1961)
•Libro de sueños (1976)
•Siete noches (1980)
•Nueve ensayos dantescos (1982)
•Atlas (1985)
Juan Rulfo Vizcaíno (Saluya, México, 16 de mayo de 1917 – 7 de enero de 1986)
Este escritor mexicano nació en el pueblo de San Gabriel, una zona apartada y desolada. Ya mayor se trasladó a Ciudad de México y desde allí desarrolló su carrera literaria. Rulfo sublimó sus sentimientos con relación al entorno social de la época, y logró interiorizar la realidad y el misterio en un universo, dando origen a una breve pero valiosa colección de obras:
•Nos han dado la tierra (1945)
•El llano en llamas (1953)
•Pedro Páramo (1955)
•El gallo de oro y otros textos para cine (1980)
•Juan Rulfo (1980)
•Inframundo, el México de Juan Rulfo (1983)
•Los Cuadernos de Juan Rulfo (1994)
•Aire de las Colinas (2000)

Octavio Paz Lozano (Distrito Federal, México, 31 de marzo de 1914 – 19 de abril de 1998)
Premio Nobel de Literatura 1990
Considerado uno de los más grandes escritores del siglo XX, Octavio Paz dedicó su sensibilidad artística y social a la producción de obras en varios géneros, y a la lucha en el terreno político y diplomático. Un extenso recorrido lo llevó por Europa y Asia ejerciendo su vocación literaria a través de ensayos, narrativa, poesía, edición y traducción de textos, y participando en movimientos reivindicativos de carácter social y político tanto de México como de otros países.
Recibió el premio Xavier Villarrutia, Premio Nacional de Literatura 1977, Miguel de Cervantes, Premio Internacional Alfonso Reyes y Menéndez Reyes, el Príncipe de Asturias y el Premio Nacional de Periodismo de México.
De sus publicaciones en prosa pueden mencionarse:
•El laberinto de la soledad (1950)
•El arco y la lira (1959)
•Cuadrivio (1965)
•Conjunciones y disyunciones (1969)
•Sor Juana Inés de la Cruz, o las trampas de la fe (1982)
•Tiempo nublado (1983)
•Hombres de su siglo (1984)

Miguel Ángel Asturias Rosales (Guatemala, 19 de octubre de 1899 – Madrid, 9 de junio de 1974)
Premio Nobel de Literatura 1967
Con una marcada influencia del realismo mágico, este destacado poeta y novelista, orientó su pluma a la misteriosa región de la mitología aborigen, a la tierra y al sufrimiento de los campesinos. Con una narrativa cruda y realista, Asturias retrata el oprobio de la explotación colonialista.
Con una resistencia férrea a aceptar el genocidio cultural y humano que representaba la colonia, reafirma la fortaleza del pueblo, a través de obras cuyos protagonistas son los sometidos, que, no obstante, mantienen el cosmos de la propia identidad. Las siguientes son algunas de sus publicaciones:
•Leyendas de Guatemala (1930)
•El señor presidente (1946)
•Hombres de Maíz (1949)
•Mulata de Tal (1963)
•Cuentos y leyendas (1965)
•El espejo de Lida Sal (1967)
•Viernes de Dolores (1972)
•El árbol bajo la cruz (1993)
Gabriela Mistral (Vicuña, Chile, 7 de abril de 1889 – Nueva York, 10 de enero de 1957)
Premio Nobel de Literatura 1945

Lucía de María Godoy Alcayaga, con el seudónimo de Gabriela Mistral, fue la primera persona latinoamericana y primera mujer, en recibir un premio Nobel. Después de haber ejercido la labor docente en su país por muchos años, la escritora viajó a México, Estados Unidos y Europa, países en los cuales realizó varias actividades aparte de la publicación periódica en diarios y revistas.
Su obra se inscribe en el género literario de la poesía y algunos ensayos breves. A continuación una muestra de su trabajo:
•Sonetos de la muerte (1914)
•Desolación (1922)
•Ternura (1924)
•Nubes blancas y breve descripción de Chile (1934)
•Tala (1938)
•Lagar (1954)
•Poema de Chile (1967, edición póstuma)
Ricardo Eliécer Reyes Basoalto, Pablo Neruda (Parral, 12 de julio de 1904 – Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973)
Premio Nobel de Literatura 1971
Al principio como seudónimo, luego como su nombre legal, Pablo Neruda es considerado el más grande poeta del siglo XX. Luego de publicar varios textos poéticos, alcanzó fama mundial con la obra Veinte poemas de amor y una canción desesperada, que marca la transición del modernismo hacia una escritura más de vanguardia, de formas herméticas y tonos sombríos. La dureza de la vida, la estreches económica y los problemas políticos de la época, marcaron en su ánimo una percepción pesimista de la realidad.
Si bien, su obra es esencialmente poética, participó con ensayos y otros escritos, para exponer sus ideas y alzar la vos tanto en Chile como en España y muchos otros países a los que viajó en libertad y durante un largo y penoso exilio.
Algunos títulos destacados de su obra:
•Crepusculario (1923)
•El hombre entusiasta (1933)
•España en el corazón (1936)
•Canto general (1950)
•Canción de gesta (1960)
•Memoria de Isla Negra (1964)
•La barcaloa (1967)
•Las piedras del cielo (1970)

FUENTE: Vilma Garcia.